miércoles, 30 de octubre de 2019

Miércoles 30 de octubre de 2019.

"Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton). 

Buenos Días: tenemos sol desde las 07:26 horas hasta las 18:03 horas, en este miércoles que celebramos la fiesta de tres santos; san Claudio, san Lupercio y san Victorico.
El próximo 10 de noviembre, como supongo que sabemos todos, nos toca volver a votar, y, si no recuerdo mal son cuatro las Elecciones Generales que hemos realizado en cuatro años. Esta sucesión de convocatorias nos viene a decir que existe una cierta dificultad a la hora de formar un gobierno estable, lo que nos vine a decir también que existe una dificultad en los partidos políticos para superar sus ideologías y sentarse a hablar con personas que piensan de forma diferente.
Ante esto nos deberíamos de preguntar, o mejor, razonar un poco sobre que es lo que nos ha enseñado estas convocatorias tan seguidas de elecciones. Leí ayer una descripción que me parece adecuada para centrar el tema, veamos: varios jugadores en torno a una mesa. Se les reparten las cartas y, después de unos minutos mirándolas y otros tantos lanzándose miradas, deciden interrumpir la partida; quieren nuevas cartas. No quieren jugar. Han sido incapaces de afrontar la partida con las cartas que les han dado. Algo parecido nos ha sucedido en estos cuatro años con nuestros políticos.
Esta incapacidad para afrontar la realidad, para mirar las cartas y empezar a jugar, no es solo de nuestros políticos, nos afecta a todos en nuestra vida cotidiana. Lo estamos viviendo en Cataluña con la reacción a la sentencia del Tribunal Supremo, que nos muestra la extrema división que existe en nuestra sociedad por motivos ideológicos.
Pensemos un poco, a nadie le ha gustado ver esos enfrentamientos en la calle, veamos pues la parte positiva, en todos existe, pues, un deseo de unidad, de fraternidad, de justicia, de verdad y de paz que no conseguimos alcanzar. He aquí un punto que nos une a todos. Algo que tenemos en común.
Si todos buscamos lo mismo, ¿cómo es que no lo conseguimos? No lo conseguimos porqué reducimos nuestra forma de ser a nuestras ideas políticas y entonces es muy difícil escapar de la confrontación, la marginación del otro y el odio, sea de baja o alta intensidad, casi como si perteneciéramos a especies diferentes.
Pero el otro, ¿es solamente lo que piensa? ¿Acaso no sufre y padece, no se alegra y se asombra como nosotros? Si nuestros deseos y exigencias más elementales, como ser amados, ser felices, buscar la verdad y el bien son los que nos definen como personas y constituyen la base de una convivencia posible, ¿cómo es que no son el primer recurso de nuestra política?
Después de todos los años que llevamos de democracia y viendo cómo se ha desgastado nuestra convivencia, creo que necesitamos urgentemente buscar una educación que apueste por lo que nos une y caracteriza como personas. El vacío existencial que hemos visto en los jóvenes que estos días han incendiado las calles de Barcelona, como el de tantos otros, en otros lugares, es una señal que nos tiene que poner en alerta.
Necesitamos entender «qué nos pasa» a cada uno para restablecer nuestra convivencia. Para superar las barreras que nos separan, no bastan las genéricas llamadas al diálogo, infecundas hasta ahora. El mejor modo para dialogar no es el de hablar y discutir, sino hacer algo juntos, construir juntos, sin miedo de realizar ese camino hacia las ideas de los demás que es necesario en todo diálogo que deseamos que sea auténtico.

Feliz Día. 

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