"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Buenos
Días: tenemos sol desde las 07:26 horas hasta las 18:03 horas, en este miércoles
que celebramos la fiesta de tres santos; san Claudio, san Lupercio y san Victorico.
El
próximo 10 de noviembre, como supongo que sabemos todos, nos toca volver a
votar, y, si no recuerdo mal son cuatro las Elecciones Generales que hemos
realizado en cuatro años. Esta sucesión de convocatorias nos viene a decir que
existe una cierta dificultad a la hora de formar un gobierno estable, lo que
nos vine a decir también que existe una dificultad en los partidos políticos
para superar sus ideologías y sentarse a hablar con personas que piensan de
forma diferente.
Ante
esto nos deberíamos de preguntar, o mejor, razonar un poco sobre que es lo que
nos ha enseñado estas convocatorias tan seguidas de elecciones. Leí ayer una descripción
que me parece adecuada para centrar el tema, veamos: varios jugadores en torno
a una mesa. Se les reparten las cartas y, después de unos minutos mirándolas y
otros tantos lanzándose miradas, deciden interrumpir la partida; quieren nuevas
cartas. No quieren jugar. Han sido incapaces de afrontar la partida con las
cartas que les han dado. Algo parecido nos ha sucedido en estos cuatro años con
nuestros políticos.
Esta
incapacidad para afrontar la realidad, para mirar las cartas y empezar a jugar,
no es solo de nuestros políticos, nos afecta a todos en nuestra vida cotidiana.
Lo estamos viviendo en Cataluña con la reacción a la sentencia del Tribunal
Supremo, que nos muestra la extrema división que existe en nuestra sociedad por
motivos ideológicos.
Pensemos
un poco, a nadie le ha gustado ver esos enfrentamientos en la calle, veamos
pues la parte positiva, en todos existe, pues, un deseo de unidad, de fraternidad,
de justicia, de verdad y de paz que no conseguimos alcanzar. He aquí un punto
que nos une a todos. Algo que tenemos en común.
Si
todos buscamos lo mismo, ¿cómo es que no lo conseguimos? No lo conseguimos
porqué reducimos nuestra forma de ser a nuestras ideas políticas y entonces es muy
difícil escapar de la confrontación, la marginación del otro y el odio, sea de
baja o alta intensidad, casi como si perteneciéramos a especies diferentes.
Pero
el otro, ¿es solamente lo que piensa? ¿Acaso no sufre y padece, no se alegra y
se asombra como nosotros? Si nuestros deseos y exigencias más elementales, como
ser amados, ser felices, buscar la verdad y el bien son los que nos definen
como personas y constituyen la base de una convivencia posible, ¿cómo es que no
son el primer recurso de nuestra política?
Después
de todos los años que llevamos de democracia y viendo cómo se ha desgastado nuestra
convivencia, creo que necesitamos urgentemente buscar una educación que apueste
por lo que nos une y caracteriza como personas. El vacío existencial que hemos
visto en los jóvenes que estos días han incendiado las calles de Barcelona, como
el de tantos otros, en otros lugares, es una señal que nos tiene que poner en alerta.
Necesitamos
entender «qué nos pasa» a cada uno para restablecer nuestra convivencia. Para
superar las barreras que nos separan, no bastan las genéricas llamadas al
diálogo, infecundas hasta ahora. El mejor modo para dialogar no es el de hablar
y discutir, sino hacer algo juntos, construir juntos, sin miedo de realizar ese
camino hacia las ideas de los demás que es necesario en todo diálogo que
deseamos que sea auténtico.
Feliz
Día.
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