"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Hoy
vamos a tener sol desde las 07:53 horas hasta las 19:50 horas, y casi, la seguridad
de que vamos a poder celebrar con buen tiempo a San Vicente de Paúl, en su día.
Viendo
como se esta preparando la campaña electoral y los acontecimientos, más que interesantes,
que nos prepara octubre, he recordado esos versos de Antonio Machado que nos
vienen a decir: “¿Tu verdad? No, la
Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”.
Todos
ya sabemos lo complicado que resulta tratar este tema, sabemos muy bien que
todas las verdades son absolutas, en el sentido de que no significa nada hablar
de verdades relativas. Veamos, decir ahora que una verdad es relativa es igual
que decir que mi coche es relativo. No veo claro que se quiere decir con una
verdad relativa, si es que realmente se está intentando decir algo. La verdad
no es otra cosa que la realidad de las cosas. Si mi coche realmente tiene cuatro
ruedas, es verdad que mi coche tiene cuatro ruedas. Esa verdad sobre mi coche
no es relativa a nada. Simplemente es.
He
querido aclarar un poco lo anterior para decir a continuación que lo que sí es
exclusivamente relativo es una opinión, es decir lo que yo opino sobre algo.
Esta claro, una opinión es siempre la opinión de alguien, en caso contrario
deja de ser una opinión. No existe mi verdad ni tu verdad, pero si mi opinión y
tu opinión.
Si
no tenemos claro lo anterior, si no creemos en que existe una verdad es muy
complicado llegar a acuerdos de cualquier tipo. En toda discusión, investigación
o experimentación se intenta conocer la verdad. Y no sólo a conocerla, sino a
conocerla con la mayor certeza posible. Por lo tanto, intentar discutir desconfiando
de la certeza de las cosas es como jugar al fútbol haciendo todo lo posible por
que el balón no llegue a la portería contraria. Para eso, sería mejor no perder
el tiempo en discutir o no molestarse en correr detrás del balón, según el
caso.
En
algunas de mis conversaciones se me suele criticar que, en algunos temas, me
niego a considerar una cuestión aisladamente y me empeño en trasladarla a otras
cuestiones más profundas. Por ejemplo, si alguien me pregunta por mi oposición al
aborto, es fácil que, junto con argumentos puramente racionales, de otros
unidos a mi fe y le hable de la santidad de la vida, de la voluntad de Dios,
del deber de amar a los pequeños e indefensos, de la enseñanza de la Iglesia,
de la vocación a la Vida eterna, etc. Esto puede resultar frustrante para
alguien que discuta conmigo, porque para convencerme de que el aborto es bueno
no sólo tendría que darme directamente argumentos a favor del mismo, sino
también sería necesario que me convenciera de que la Iglesia se equivoca, de
que Dios no existe, de que la vida se acaba con la muerte, etc.
Esta
crítica que se me suele hacer no deja de ser curiosa, porque, en principio, el
conocimiento racional y, especialmente, un conocimiento que intente ser
meramente racional se basa en el encadenamiento de verdades. Y, especialmente,
en el encadenamiento de verdades desde las más concretas y superficiales hasta
las más generales y profundas. Ese encadenamiento es lo que se llama lógica o
razón y es la esencia del conocimiento racional.
Muchas
de las controversias que nos encontramos todos los días no llegan a ninguna conclusión
porque no se quiere buscar la verdad, nos conformamos con defender nuestra
opinión concreta sin querer saber nada más.
Feliz
Día.
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