"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Hoy
que vamos a celebrar a san Nicolás de Tolentino, lo vamos a hacer con un sol
que intentara alumbrarnos desde las 07:38 horas hasta las 20:17, pues las
previsiones no son del todo claras.
Después
de aquel referéndum que se celebró en Grecia en el que el gobierno después hizo
lo contrario de lo que pueblo soberano había elegido, y viendo lo que esta
pasando en Inglaterra con su parlamento y el Brexit, pienso que es hora de que
revisemos las relaciones entre los gobernantes y los gobernados.
Si
nos detenemos un poco a ver cual es el problema que tienen estos meses los políticos
ingleses nos daremos cuenta que es una discusión sobre la representación del
pueblo, sobre la soberanía, un tema que parecía solucionado desde hace algún
siglo.
Vamos a ver, por un lado hay un claro mandato popular para abandonar la
Unión Europea, y por otro hay un parlamento que se opone a un Brexit con la
excusa de que se tiene que hacer con unos acuerdos con la Unión Europea. Tenemos
también a Boris Johnson que se presenta como la persona que va a realizar la
voluntad popular a cualquier precio, de una voluntad de la que se considera intérprete.
El tema se complica un poco más cuando en el referéndum no se especificaba cómo
debía ser la salida de la Unión Europea.
Lo
que en realidad sucede, es que existe un enfrentamiento entre la supuesta
voluntad del pueblo expresada a través de un referéndum y la voluntad de la
mayoría, encarnada en los parlamentarios. Boris Johnson argumenta que el
Parlamento Británico no debería impedir que se cumpla lo que el pueblo soberano
ha decidido. Viéndolo así, parece claro, el parlamento es el problema. Por eso
se ha cerrado.
Se
esta poniendo en evidencia y en cuestión el valor de la democracia representativa
para canalizar la soberanía popular, que no lo olvidemos, es uno de los grandes
fundamentos de los sistemas constitucionales de la Unión Europea.
Todo
parece indicar que las viejas fórmulas de soberanía empiezan a mostrar
debilidad, habrá que empezar a buscar otras nuevas, no creo que vayamos a
solucionar nada anclados en la nostalgia de la vieja soberanía estatal, como tampoco
solucionamos nada pensado que la soberanía popular se expresa mejor a través de
la democracia directa. La democracia directa, que se materializa en referéndums
que se ganan por dos o tres puntos porcentuales, es, para mí, la mejor fórmula
para que las fake news, la desinformación y los poderes que están detrás acaben
manipulando e imponiendo su voluntad.
El
concepto de soberanía popular que manejamos, probablemente, es una idea que deberíamos
repensar, pues la regla de la mayoría no es la única regla. Se exigen mayorías
reforzadas, se estima el peso de las minorías, se refuerza el valor
deliberativo de los parlamentos, se limita la capacidad de gobernar por
decreto, se fortalecen los Tribunales Constitucionales… en fin, una larga
historia de progresos democráticos que ahora parecen ser inútiles.
Feliz
Día.
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