sábado, 14 de septiembre de 2019

Sábado 14 de septiembre de 2019.

"Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton). 

Demasiados son ya los días en los que no he visto el sol, hoy desde las 07:41 horas hasta las 20:11 horas, estoy seguro que el astro “rey” lo intentará, no lo tendrá fácil en el día en que conmemoramos la  Exaltación de la Santa Cruz.  
Vuelve otra vez a abrirse el debate sobre la eutanasia, ahora que todo parece indicar que vamos a entrar en campaña electoral. Curiosamente, esta será la primera iniciativa que se tramita esta legislatura en la Cámara baja, aunque su desarrollo dependerá de si finalmente se forma Gobierno antes del 23 de septiembre o se convocan elecciones.
Por lo tanto, es incluso probable que sea la única Ley que se tramite en esta legislatura si finalmente los socialistas no consiguen pactar una investidura para su líder, Pedro Sánchez.
En este sentido, cabe preguntarse si es congruente en un contexto en el que los españoles necesitan propuestas de alta política que mejoren el empleo, la educación y la sanidad sea esta la Ley que el PSOE decide primar por encima de otras.
Pero bueno, no quiero meterme en si conviene o no conviene políticamente abrir este debate, debate que por cierto como todos los “debates” que se suscitan en Occidente, tienen un final cantado. Lamento decirlo, pero estoy casi seguro que todas las legislaciones de los países occidentales agregarán, de aquí a unos pocos años, el sarcásticamente llamado “derecho a una muerte digna”, que con el tiempo, de forma progresiva y furtiva, siempre adornada con los eufemismos de una falsa “compasión”, se impondrá como un instrumento formidable para, digámoslo claro, el exterminio de enfermos y ancianos.
Si nos paramos un poco a pensar nos daremos cuenta que la tácticas para ir introduciendo la eutanasia en nuestras vidas ha cambiado. Hace años el escenario en que se hacia necesaria era siempre el provocado por los sufrimientos insoportables de la persona y era un gesto de compasión, por cierto sorprendente.
Hoy en día, si nos fijamos un poco en los medios de comunicación, nos daremos cuenta que se esta proponiendo la eutanasia sobre todo como una elección personal y se pretende su reconocimiento como una expresión del pluralismo, o incluso como una exigencia de respeto a la voluntad y a la autonomía de quien prefiere la muerte a la vida.
Y es que, legalizar la eutanasia significa no solo eliminar las sanciones legales, sino sobre todo predisponer estructuras y procedimientos sanitarios que la hagan “accesible y segura” para todos. Según mi forma de ver el tema, una ley tolerante ofrecería una solución permisiva incentivando una costumbre, según mi opinión, inhumana, en perjuicio de otras soluciones que son éticamente más justas.
Los partidarios de la eutanasia se han dado cuenta de que era necesario volver a definir el papel del médico para que no sea él, sino el paciente, el que disponga la acción letal. Se han acercado así a la noción de suicidio. De esta forma, el concepto tradicional, pero ambiguo, de eutanasia está cediendo el paso al más racional y engañoso de “suicidio asistido”. El concepto de “suicidio asistido” se sitúa a medio camino entre el suicidio y la eutanasia voluntaria, que presuponen la clara voluntad de morir por parte de la persona.
Se piensa que así la persona tiene más dignidad, que la “dignidad humana” es renegar de nuestra naturaleza y acabar solicitando que nos maten cuando ya no nos sentimos sanos. La gran paradoja de todo esto es que la libertad individual que nos quieren vender, en cuanto aparece en escena el sufrimiento, se convierte en desesperación y angustia y nos lleva a autodestruirnos o a pedir que nos destruyan.
Que los representantes políticos de una sociedad lleguen a la conclusión de que lo óptimo para el final de la vida es aplicar una solución veterinaria denota una pérdida absoluta de sentido. La muerte provocada nunca es la solución a un problema.

Feliz Día.

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