¡¡¡Buenos días!!!
Me
he despertado esta mañana con una frase rondándome por la cabeza, esa que dice:
“Todos quieren cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”.
Después la he buscado y según parece la escribió León Tolstoi, aunque no está
del todo claro, pero no importa el autor.
¡Qué
gran frase! La hubiese podido pensar y escribir cualquiera de nosotros y nadie
le hubiese prestado atención, pero si se la atribuimos a Tolstoi la cosa
cambia, hay que reflexionarla.
Continuamente
nos quejamos de lo mal que está todo: el mundo, la sociedad, el país, las
instituciones… Y, francamente, a veces es cierto; pero esa crítica la estamos
realizando desde fuera, como si nosotros no formásemos parte de esas realidades
que tan mal funcionan y que tanto nos gustaría cambiar. La genialidad del
novelista ruso consiste precisamente en hacernos ver que los hombres no somos
ajenos a las realidades del mundo y que, si queremos que de verdad cambien,
tenemos que empezar por cambiarnos a nosotros mismos, nuestro modo de pensar,
de hablar, de actuar.
A
ese cambio interior que nos afecta personalmente los cristianos le solemos
llamar “conversión”, que viene a significar “darse la vuelta”, dar un giro por
completo a nuestra vida y empezar a ver las cosas desde otro punto de vista. Si
hablo de una conversión religiosa, por ejemplo, me refiero a cuando una persona
se incorpora a una religión que antes no practicaba, pero esta definición
resulta, como ya supondréis, muy restringida e insuficiente.
De
lo que se trata es de que si no cambiamos nuestra forma de ver la vida no vamos
a ver esos cambios en la sociedad en la que vivimos, nuestra sociedad es un
espejo de lo que nosotros somos, no hay más.
Ahora,
hoy, es un buen momento para empezar a vivir según nuestras creencias, que se
nos puede complicar un poco la vida, es posible o seguro, pero no hay que
hacerlo por masoquismo, sino porque sabemos que no nos gusta esta sociedad y
necesitamos volver a creer que va a mejorar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario