¡¡¡Buenos días!!!
Durante
estas últimas horas y, pensando en lo que escribí ayer me he dado cuenta de que
no me considero una buena persona al cien por cien, es más en muchas ocasiones
me comporto como una mala persona. Recuerdo alguna de las cosas que he hecho y me
avergüenzo. Por lo tanto, también debería de poder rechazar y odiar algunas de
las cosas que hacen mis enemigos.
Recuerdo
que se me dijo que debería de odiar las malas acciones de un hombre, pero no
odiar al hombre, o, como dirían los cristianos, odiar el pecado, pero no al
pecador.
También
recuerdo, haber estado mucho tiempo durante mi juventud, pensando que esa era
una diferencia estúpida y mezquina. ¿Cómo se podía odiar lo que hacía un hombre
y no odiar al hombre? Sin embargo, muchos años después me di cuenta de que en
la práctica yo llevaba toda la vida haciéndolo. Y lo hacía con un hombre, lo
hacía muchas veces, y ese hombre soy yo, me lo he hecho infinidad de veces.
Y es
que, jamás he tenido la más mínima dificultad, por mucho que me disgustasen algunas
de mis acciones en continuar queriéndome. Si lo pienso bien, la misma razón que
me ha llevado a odiar esas cosas era que al final amaba al hombre. Justamente
porque me amaba a mí mismo lamentaba darme cuenta de que era la clase de hombre
que hacía esas cosas.
En
consecuencia, si eres cristiano, sabes que no hay que evitar odiar la crueldad
y la traición, es más deberíamos odiarlas. Sin embargo, el cristiano también
sabe que debe odiarlas del mismo modo en que las odiamos en nosotros mismos, o
sea, lamentando que ese hombre haya echo esas cosas y esperando, si es posible,
que, de algún modo, en algún momento, en algún lugar, el hombre pueda ser
curado y humanizado de nuevo.
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