¡¡¡Buenos días!!!
Nos
hemos encontrado estos días con muchas conversaciones sobre la eutanasia y que sin
duda nos habrán hecho reflexionar y hacernos tener una opinión, pues de mí
opinión es de lo que voy a escribir.
Llevo
mucho tiempo viendo cómo a los enfermos terminales o desahuciados se les
“duerme”, con el fin de que en ese estado de inconsciencia e indoloro, transiten
en su pase al más allá. Esta práctica, yo, no la considero eutanasia en su
sentido estricto, y la sitúo en ese delicado, y a veces también problemático,
cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida.
Son
conceptos claros que no deben soslayarse, menos aún ahora cuando estamos en
medio de un debate debido a la sentencia sobre la eutanasia de hace pocos días.
Ante
los enfermos terminales debemos tener las mismas actitudes y el corazón del
buen samaritano de la parábola, lo
que me sucede ahora es que para los que no sean cristianos les puede costar un
poco entenderlo, no solo se trata de acercarse y socorrer a la persona herida o
enferma, sino que hay que hacerse cargo del hombre, este “hacerse cargo del
hombre” es para mí la clave del tema de la eutanasia.
Volvamos
a los casos extremos, donde se sabe de la imposibilidad de curar, nuestra labor
no termina en el momento de saberlo. Pues el hecho de que alguien tenga una
enfermedad “incurable”, no significa que sea “in-cuidable”. De ahí, la importancia
de ver a la persona en su dimensión integral, a fin de que en todo momento
reciba apoyo físico, sicológico y familiar.
Está
claro que ante “el miedo al sufrimiento”, al saber que tenemos una enfermedad terminal,
nos podemos desesperar, y sentirnos tentados a querer controlar y gestionar la
llegada de la muerte, anticipándola pidiendo la eutanasia o el suicidio
asistido. Y, es en este momento cuando deberíamos estar rodeados de personas
que nos ayuden a gestionar bien esta situación ante nuestra desesperación.
Soy
consciente de la problemática y, tengo que decir que, ante la proximidad de la
muerte por una enfermedad incurable, ni los médicos ni las familias deben
“ensañarse” en la aplicación de tratamientos terapéuticos inútiles. A veces,
esto ya no trae ninguna mejora al paciente, sino más bien los hace sufrir con
medidas desproporcionadas que vuelven más precaria su salud.
Hay
una línea muy fina que a veces nos va a traer dilemas éticos, sin embargo, hay
que tener claros algunos aspectos en la retirada de los cuidados o de la
suspensión de los tratamientos que, según mi opinión no debería de aplicarse a
quienes están en condiciones críticas pero que aún no son enfermos terminales,
incluso si han dejado firmada la denominada “voluntad anticipada de tratamiento”.
Y
aquí dejo otra vez el tema abierto, mañana voy a intentar cerrarlo.
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