lunes, 20 de marzo de 2023

¡¡¡Buen lunes para todos!!!

 ¡¡¡Buenos días!!! 

Hay una cuestión que lleva algunos días dándome vueltas por la cabeza. ¿Amar a nuestros enemigos significa no castigarlos? Es una cuestión realmente interesante, al menos lo es para mí.

La respuesta creo que es: no. Es no, porque amarme a mí mismo no significa que no deba someterme a mí mismo a un castigo. Veamos, si hubiera cometido una mala acción, por ejemplo, un asesinato, lo correcto, seria entregarme a las autoridades y aceptar las consecuencias. Por lo tanto, pienso que es perfectamente legítimo castigar a un hombre por haber realizado un delito.

La cuestión se encuentra en que se puede castigar, si es necesario, pero no podemos disfrutar haciéndolo. O sea, el resentimiento y la sensación de venganza, deben ser olvidadas y no deberían formar parte de nuestro comportamiento. No estoy diciendo que alguien pueda decir ahora que nunca volverá a sentir esas cosas. Las cosas no suceden así. Quiero decir que cada vez que estos sentimientos aparezcan, debemos hacerlos desaparecer. Lo sé, es difícil, pero intentarlo no es imposible.

Es más, mientras castigamos debemos sentir por esa persona lo mismo que sentimos por nosotros mismos: desear que no fuese tan malo, esperar que pueda, en cualquier momento arrepentirse; de hecho, desearle el bien.

Y es que lo que se nos dice a los cristianos, si no recuerdo mal, es que debemos amar a nuestros enemigos: deseándoles el bien, y no teniéndoles afecto o diciendo que son buenos cuando no lo son. 

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