¡¡¡Buenos días!!!
Hay
una cuestión que lleva algunos días dándome vueltas por la cabeza. ¿Amar a
nuestros enemigos significa no castigarlos? Es una cuestión realmente
interesante, al menos lo es para mí.
La
respuesta creo que es: no. Es no, porque amarme a mí mismo no significa que no
deba someterme a mí mismo a un castigo. Veamos, si hubiera cometido una mala
acción, por ejemplo, un asesinato, lo correcto, seria entregarme a las
autoridades y aceptar las consecuencias. Por lo tanto, pienso que es
perfectamente legítimo castigar a un hombre por haber realizado un delito.
La
cuestión se encuentra en que se puede castigar, si es necesario, pero no
podemos disfrutar haciéndolo. O sea, el resentimiento y la sensación de
venganza, deben ser olvidadas y no deberían formar parte de nuestro
comportamiento. No estoy diciendo que alguien pueda decir ahora que nunca
volverá a sentir esas cosas. Las cosas no suceden así. Quiero decir que cada
vez que estos sentimientos aparezcan, debemos hacerlos desaparecer. Lo sé, es
difícil, pero intentarlo no es imposible.
Es
más, mientras castigamos debemos sentir por esa persona lo mismo que sentimos
por nosotros mismos: desear que no fuese tan malo, esperar que pueda, en
cualquier momento arrepentirse; de hecho, desearle el bien.
Y es
que lo que se nos dice a los cristianos, si no recuerdo mal, es que debemos
amar a nuestros enemigos: deseándoles el bien, y no teniéndoles afecto o
diciendo que son buenos cuando no lo son.
No hay comentarios:
Publicar un comentario