martes, 14 de marzo de 2023

¡¡¡Feliz martes!!!

 ¡¡¡Buenos días!!! 

Hace unos días Pau Gasol recibió el reconocimiento que creo que le faltaba para completar su gran carrera en el baloncesto. Por si aún le quedaban títulos por ganar, los Lakers le rindieron otro homenaje retirando su dorsal número 16, algo a la altura de tan sólo unos pocos.  Es según mi opinión la consagración de una leyenda, y la entrada en la puerta de la eternidad de este deporte.

Podría hablar de sus títulos, de su calidad, de su humildad y hasta de la altura de su discurso en este homenaje. Sin embargo, si lo pensamos un poco veremos que estos actos, este y otros reconocimientos y la liturgia, en este caso del baloncesto, hablan de un anhelo profundo que existe en las personas. Todos necesitamos trascender nuestra propia existencia. Es decir, queremos dejar una señal en el mundo, queremos traspasar nuestros límites humanos. Esto es algo más que la fama o el reconocimiento, es el deseo de existir para siempre, en la eternidad.

El deporte, al fin y al cabo, no es otra cosa que un reflejo de lo que somos las personas, como si fuera un pequeño laboratorio de gente donde hacer ensayos. Aunque cueste creerlo, pasarán los Lakers y pasará el baloncesto.

No obstante, cada uno de nosotros hemos de preguntarnos qué estamos haciendo para trascender los límites de nuestra existencia y que estamos intentando hacer para que nuestro nombre quede grabado para siempre en la eternidad. Al fin y al cabo, la existencia nos la jugamos en algo más grande, profundo y serio que las canchas de baloncesto. 

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