¡¡¡Buenos días!!!
Volviendo al divorcio o a las particularidades del
matrimonio, es una lástima de que exista un desacuerdo con respecto a un tema
como este entre las diferentes Iglesias cristianas pero lo que quiero resaltar
es que todas están de acuerdo en considerar el divorcio como algo parecido a
separar en dos partes un cuerpo vivo, como en una operación.
Unos creen que se trata de una operación tan difícil
que no debe hacerse de ninguna manera; otros la permiten como una solución
desesperada en casos extremos. Con lo que todos discrepan es con la visión
moderna de que se trata de un simple reajuste de parejas, que se puede hacer
cuando marido y mujer creen que ya no están enamorados o cuando uno de los dos
se enamora de otro.
Antes de seguir me gustaría que no nos olvidáramos
de la justica y de intentar ser justos. Ser justo, como bien sabéis, incluye el
hecho de mantener las promesas. Los que se han casado en una iglesia han hecho,
si lo pensamos un poco, una promesa publica y solemne de permanecer junto a su
pareja hasta la muerte. La necesidad de mantener esa promesa no tiene nada que
ver con la moralidad sexual: se encuentra en la misma situación que cualquier
otra promesa.
Ya sé que ahora alguien puede pensar que él
consideró la promesa que hizo en la iglesia como una simple formalidad y que no
pensaba cumplirla. ¿A quién, entonces, estaba intentando engañar cuando la
hizo? ¿A Dios? Eso no tiene sentido. ¿A sí mismo? Esto es un poco más
inteligente. ¿A su pareja o a su familia? Eso es una traición.
En fin, muchas veces, creo, que al que querían
engañar es al público. Pero esto ya lo dejo para mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario