miércoles, 1 de marzo de 2023

¡¡¡Feliz miércoles!!!

 ¡¡¡Buenos días!!! 

Volviendo al divorcio o a las particularidades del matrimonio, es una lástima de que exista un desacuerdo con respecto a un tema como este entre las diferentes Iglesias cristianas pero lo que quiero resaltar es que todas están de acuerdo en considerar el divorcio como algo parecido a separar en dos partes un cuerpo vivo, como en una operación.

Unos creen que se trata de una operación tan difícil que no debe hacerse de ninguna manera; otros la permiten como una solución desesperada en casos extremos. Con lo que todos discrepan es con la visión moderna de que se trata de un simple reajuste de parejas, que se puede hacer cuando marido y mujer creen que ya no están enamorados o cuando uno de los dos se enamora de otro.  

Antes de seguir me gustaría que no nos olvidáramos de la justica y de intentar ser justos. Ser justo, como bien sabéis, incluye el hecho de mantener las promesas. Los que se han casado en una iglesia han hecho, si lo pensamos un poco, una promesa publica y solemne de permanecer junto a su pareja hasta la muerte. La necesidad de mantener esa promesa no tiene nada que ver con la moralidad sexual: se encuentra en la misma situación que cualquier otra promesa.

Ya sé que ahora alguien puede pensar que él consideró la promesa que hizo en la iglesia como una simple formalidad y que no pensaba cumplirla. ¿A quién, entonces, estaba intentando engañar cuando la hizo? ¿A Dios? Eso no tiene sentido. ¿A sí mismo? Esto es un poco más inteligente. ¿A su pareja o a su familia? Eso es una traición.

En fin, muchas veces, creo, que al que querían engañar es al público. Pero esto ya lo dejo para mañana.  

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