jueves, 9 de marzo de 2023

¡Hay Señor! ¡Qué hermoso jueves tengo por delante!

 ¡¡¡Buenos días!!!

De lo que se trataba ayer era insistir en que es inútil intentar mantener los sentimientos y las emociones intensas, pues sería lo peor que podríamos hacer. Hay que dejar que esas sensaciones se vayan diluyendo y seguir adelante disfrutando con más tranquilidad y sosiego de ellas, y descubriremos que existen otras que nos proporcionan también emociones.

Por el contrario, si decidimos hacer de las emociones fuertes nuestro pan de cada día o intentamos prolongarlas artificialmente, comprobaremos que se debilitan y son cada vez menos frecuentes, y nos convertiremos en personas aburridas y desilusionadas el resto de nuestra vida.

Por esto, porque hay tan poca gente que lo comprenda, nos encontramos con muchas personas de mediana edad que se lamentan de su juventud perdida a la edad misma en la que se le abren nuevas esperanzas y puertas a su alrededor que no ven, concentrados en mantener sus sensaciones de juventud.

Otra conclusión que se saca de muchas novelas y películas es que “enamorarse” es algo casi irresistible, algo que sin más nos ocurre, como una gripe. Y por eso, algunas personas arrojan la toalla y abandonan su relación cuando se sienten atraídas por una nueva.

Es una opinión, pero pienso que eso ocurre más en el cine que en la vida real, al menos cuando uno es adulto. Cuando conozco a una persona inteligente, guapa y simpática, debo sin duda, apreciar incluso admirar estas buenas cualidades. ¿Pero no depende de mí de que este hecho se convierta, o no, en lo que llamamos “estar enamorados”? Está claro que, si mi cabeza está llena de novelas y películas, y nuestros cuerpos de alcohol, convierta cualquier tipo de amor que sienta en esa clase de amor del mismo modo que si llevo unas gafas de color rojo, todo se volverá rojo. Pero eso será culpa nuestra. 

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