¡¡¡Buenos días!!!
De lo que se trataba ayer era insistir en que es
inútil intentar mantener los sentimientos y las emociones intensas, pues sería
lo peor que podríamos hacer. Hay que dejar que esas sensaciones se vayan
diluyendo y seguir adelante disfrutando con más tranquilidad y sosiego de
ellas, y descubriremos que existen otras que nos proporcionan también
emociones.
Por el contrario, si decidimos hacer de las
emociones fuertes nuestro pan de cada día o intentamos prolongarlas
artificialmente, comprobaremos que se debilitan y son cada vez menos
frecuentes, y nos convertiremos en personas aburridas y desilusionadas el resto
de nuestra vida.
Por esto, porque hay tan poca gente que lo
comprenda, nos encontramos con muchas personas de mediana edad que se lamentan
de su juventud perdida a la edad misma en la que se le abren nuevas esperanzas
y puertas a su alrededor que no ven, concentrados en mantener sus sensaciones
de juventud.
Otra conclusión que se saca de muchas novelas y
películas es que “enamorarse” es algo casi irresistible, algo que sin más nos
ocurre, como una gripe. Y por eso, algunas personas arrojan la toalla y
abandonan su relación cuando se sienten atraídas por una nueva.
Es una opinión, pero pienso que eso ocurre más en
el cine que en la vida real, al menos cuando uno es adulto. Cuando conozco a
una persona inteligente, guapa y simpática, debo sin duda, apreciar incluso
admirar estas buenas cualidades. ¿Pero no depende de mí de que este hecho se
convierta, o no, en lo que llamamos “estar enamorados”? Está claro que, si mi
cabeza está llena de novelas y películas, y nuestros cuerpos de alcohol,
convierta cualquier tipo de amor que sienta en esa clase de amor del mismo modo
que si llevo unas gafas de color rojo, todo se volverá rojo. Pero eso será
culpa nuestra.
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