¡¡¡Buenos días!!!
Lo que no termine ayer de mostrar es que el amor es
una unión que es mantenida por nuestra voluntad y voluntariamente reforzada por
la costumbre. En nuestros matrimonios esa unión está reforzada por la gracia
que los dos cónyuges piden, y reciben, de Dios. Las personas podemos sentir ese
amor incluso en los momentos en que no nos gustamos. Es lo mismo que nos sucede
cuando nos queremos a nosotros mismos incluso cuando no nos gustamos.
Ese amor puede permanecer, incluso cuando cada uno,
si se lo permitieran, puede estar enamorado de otra persona. Y es que el “estar
enamorados” los llevo primero a prometerse fidelidad, y este amor más tranquilo
les permite guardar esa promesa. Es esta clase de amor el que hace funcionar un
matrimonio, y el estar enamorados fue la chispa necesaria para ponerlo en
marcha.
Es fácil que algunos de vosotros no estéis de
acuerdo conmigo y, diréis, claro está: “que no sé lo que estoy diciendo pues no
estoy casado”. Es muy posible que tengáis razón. Pero antes de que lo hagáis
público, os deberíais de asegurar de que me estáis juzgando por lo que sabéis
realmente a partir de vuestra experiencia y por lo que habéis observado a
vuestro alrededor, y no por ideas que habéis sacado de libros y películas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario