¡¡¡Buenos días!!!
Siguiendo un poco con la línea de ayer, tengo que
insistir en que la razón por la que a una persona orgullosa no le importa lo
que piensen de él es porque viene a decir algo parecido a esto: “¿Por qué me
iba a importar el agradecimiento de esa persona, como si su opinión valiera
para algo? No, yo soy una persona adulta e integrada en esta sociedad. Todo lo
que acabo de hacer lo he hecho por mis propios ideales o, en una palabra,
porque soy esa clase de hombre. Si eso le gusta a esa gente, que le guste. No significan
nada para mí”.
En ejemplo anterior podemos ver como un fuerte y
verdadero orgullo puede frenar la vanidad, porque, lo que ha sucedido es que se
ha sustituido un pequeño defecto como la vanidad por uno más grande. Deberíamos
de intentar no ser vanidosos, pero jamás hemos de recurrir a nuestro orgullo
para solucionar el problema de la vanidad.
Otro ejemplo que ve viene ahora a la memoria sobre
el orgullo es cuando decimos que estamos orgullosos de nuestro hijo, o de
nuestro hermano o de nuestro amigo, y nos podríamos preguntar cuanto de malo es
este orgullo. Creo que va a depender de que hemos querido decir con estar
“orgulloso” de algo. Muchas veces, en esas frases, las palabras “estar
orgullosos” significan “sentir una cariñosa admiración” por algo o por alguien.
Esta admiración está muy lejos de ser un problema con el orgullo.
Sin embargo, tal vez, quisiera decir que esa
persona se jacta de su distinguido hijo, o amigo. Esto, indudablemente, sí que
sería un problema, pero aun así sería mejor que sentirse orgulloso
sencillamente de sí mismo.
Como veis el orgullo es un auténtico filón del que
hablar.
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