“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal,
aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).
Otro día en el que el horario del sol se repite, volverá
a retirarse para descansar a las 21:29 horas y volverá a lucir mañana a las 06:42
horas.
Hay preguntas sobre la realidad humana que son muy
conocidas y que la mayoría de nosotros nos las hemos hecho alguna vez, como;
¿de donde venimos?, ¿A dónde vamos? Pero
hay otras que también han estado presentes durante la historia y que hoy en día
están de actualidad.
¿Quién es el hombre?, ¿qué es el hombre?: son preguntas
que continúan generando debates abiertos y apasionantes, y por lo tanto se les
han dado y se les sigue dando respuestas de lo más dispares. Preguntas que
seguramente en más de una ocasión muchos de nosotros nos habremos atrevido a
dar nuestra propia respuesta, basada en nuestras experiencias personales y por
lo que vemos a nuestro alrededor.
¿Quién es el hombre?, ¿qué es el hombre? La
respuesta a estos dos grandes interrogantes esta muy lejos de ser unánime. Y sin
embargo, de ella dependen dos concepciones de la persona humana, que son el resultado
a su vez de estas dos primeras y decisivas cuestiones previas: ¿es el hombre un
ser espiritual y trascendente o tan solo temporalidad y materia?; ¿es el hombre
un ser creado —criatura— o tan solo una partícula trivial y anónima del Cosmos?
Las consecuencias de la respuesta son inmensas. Es
una respuesta que tiene más importancia de la que a primera vista nos puede
parecer.
Veamos; un hombre que sea criatura, o sea que haya sido creado, se
hallará necesariamente dentro de la obra de un Creador y por lo tanto en el
organigrama de una Creación. En el origen del hombre creado se encontrará una
inteligencia y una voluntad. Se tratará de un ser que ha sido pensado por la
mente y querido por la voluntad de su Creador. Por lo tanto, su existencia,
obra del Autor de su vida, tendrá una razón y un sentido y se dirigirá hacia
un fin. O sea, el hombre que ha sido creado sabe, en definitiva, de dónde
proviene y hacia dónde va.
Veamos ahora a un hombre no creado, sería fruto
exclusivo del azar. Su existencia constituiría el resultado final de una permanente
continuación de casualidades, de la cual habría que excluir a priori cualquier
ordenación inteligente y voluntaria. Un hombre que no haya sido creado sería un
ser lanzado a la existencia por el antojo caprichoso de un destino ciego. La
vida de este hombre carecería de razón y sentido: no sería hijo de nadie, pues
nadie le habría concebido ni querido darle vida; procedería de la nada y a la
nada se encaminaría, carente de fin. Su muerte, según la definición de Marx, no
será sino una dura victoria de la especie sobre el individuo. Esta es la condición
a la que ha de resignarse el hombre que rechaza la condición de criatura.
No se concibe la vida de igual manera, son dos
formas de entender y vivir muy diferentes, la respuesta nos marcará nuestra
vida y nuestra forma de ser.
Feliz Tarde.
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