martes, 30 de julio de 2019

Martes 30 de julio de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton). 

Hoy que celebramos la festividad de San Pedro Crisólogo y además es el día mundial de la Amistad, el sol nos saldrá a las 07:00 horas y estará con nosotros hasta las 21:14 horas.  
Un día interesante el de hoy, pues se dedica mundialmente a la Amistad, un tema que desde la antigüedad ha producido miles de páginas explicándola y que durante la historia producido grandes debates.
Uno de los primeros que dedicó su tiempo a explicar la Amistad fue Aristóteles, y ya entonces puso tres condiciones para que pudiéramos descubrir donde se encontraba la verdadera amistad, la primera: querer el bien del otro, apreciarle por lo que es en sí mismo y desear que sea feliz, que triunfe, que se realice plenamente.
Aristóteles puso entonces un ejemplo, es el llamado ejemplo del vino, un ejemplo que viene a decir más o menos lo siguiente: un aficionado al buen vino puede “amar” una botella, la puede cuidar, mantenerla en la temperatura y humedad ideal. Pero en el fondo, todo su cariño se explica en que simplemente un día esa botella le podrá dar un gran placer. Ha amado la botella por lo que esperaba conseguir de ella, no porque ella fuese digna de un amor desinteresado.
Resumiendo, no hay verdadero amor de amistad si éste se funda en el interés (“me puedes ayudar”) o sólo en la búsqueda de una satisfacción egoísta (“me haces sentir cosquillas en la barriga...”).
 La segunda condición que puso Aristóteles fue que el otro quiera mi bien, me ame a mí como yo le amo a él.
Como veis aquí las cosas se complican, pues es posible que yo ame a otro, pero el otro no tenga prácticamente el menor interés por mí. Es algo que ocurre muchas veces en el mundo de los enamorados. La amistad verdadera no puede ser unidireccional: tiene que ir de un lado a otro, y viceversa. Esta es una de las diferencias que tiene la Amistad con el Amor.
Aún nos queda la otra condición que nos puede parecer una tontería pero no lo es: que haya conocimiento del mutuo afecto, que se sepa por las dos partes que hay amor. Esto pasa, y no sólo en las novelas o en las películas.
Son tres condiciones sencillas, que pueden llevar a preguntarnos: ¿tenemos muchos amigos verdaderos, profundos, incondicionales?
No lo puedo evitar, tengo que volver a Aristóteles. Para él, no es verdadera la amistad basada en el placer, como tampoco lo es la que se construye sobre la utilidad.
Porque, y no hay que ser intelectuales para darnos cuenta de ello, el placer cambia como cambia el viento: hoy me produce placer una persona y mañana otra. Por eso fracasan tantos matrimonios y tantas amistades que son artificiales.
El camino para lograr la verdadera amistad que todos desearíamos es difícil y arduo. Inicia cuando uno deja de ser el centro de su vida y empieza a girar en torno al otro. Cuando uno, como repetía Aristóteles, llega a ser “virtuoso”, bueno, desinteresado, capaz de dejar egoísmos o avaricias para ganar y ser más gracias al amor.
El camino es difícil, pero vale la pena. Los que tenéis un amigo de verdad lo sabéis muy bien. Quizá no seáis muchos, pero pueden serlo muchos más de los que imaginéis. Basta con que cada día dejemos de pensar en el propio bienestar, en los intereses coyunturales, para empezar a darnos, para amar y dejarse amar. El resto depende del tiempo y de la fidelidad, que es la excelencia del amor.

Feliz Día.

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