lunes, 1 de julio de 2019

Lunes 1 de julio de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton). 

Hoy la puesta de sol será a las 21:30 horas y mañana amanecerá a las 06:40, en una noche que no aumentará su duración, repetirá el mismo horario que ayer.
Después de las últimas elecciones parece que los españoles hemos querido dar un escarmiento al bipartidismo, no por sistema en sí mismo, sino porque los dos partidos que lo hacían posible estaban protagonizando un grado de frustración tal, que la atmósfera se había hecho irrespirable.
Hemos visto como se ha permitido la entrada de otros partidos políticos con la esperanza de que estos, con sus promesas de cambio, consiguieran que circulara el aire e hiciesen más respirable la atmósfera del Estado.
Lo que estamos viendo hasta el momento, me hace albergar serias dudas que vaya a ser así, más bien me da la impresión que lo que ha ocurrido es que hemos ampliado el número de los que entre sí, se van a repartir el poder y todo lo que el poder puede ofrecer.
Sí, porque fijaros que ha pasado ya más de un mes que depositamos nuestros sobres en las urnas y lo único que vemos es que cada día estamos más perplejos al ver a los partidos políticos encerrados en el intrincado laberinto de unas negociaciones, en las que al margen de los verdaderos intereses de los ciudadanos, nadie parece capaz de poner orden en el guirigay protagonizado especialmente por los partidos nuevos, que dicho sea de paso, en términos generales, son los que menos respaldo popular han obtenido.
Son los perdedores de los perdedores que están comenzando a mostrar el verdadero objetivo de su presencia en el viejo drama político español. No es justo, ni responde a la voluntad popular, que un partido que ha obtenido únicamente dos, tres o cuatro escaños, imponga su voluntad muy por encima de lo que realmente representa.
Pero sin sus votos, el partido que ha obtenido el mayor respaldo público no puede gobernar y aprovechando esta debilidad, igual que los animales que han olido el miedo en su presa, los líderes de los grupos políticos minoritarios, en vez de participar en la escena pública con el ánimo, tal y como prometieron, de hacer de España un país gobernable y transparente, vemos como admiten apuestas como fulleros a los que solo les mueve la ambición, y como esgrimen con soberbio gesto el supervalorado poder de un escaño, un escaño que han conseguido prometiendo aquello que saben que nunca habrán de cumplir porque no tienen ni capacidad, ni competencias para ello.
Y vemos como no son precisamente los problemas de los españoles lo que les preocupan, sino su mejora política que intentan lograr con mensajes y charlatanería de mercaderes en este mercado en que se ha convertido la escena política española.
Cada uno, delante de su electorado salva su estampa, pretendiendo imponer su programa político, algunos con la soberbia de pretender imponer éticas políticas de las cuales sus propias formaciones carecen, eso sí, presentándose con risibles pretensiones de futuros estadistas.
Y a todo esto, en este mercado de personales y partidistas intereses ¿Dónde quedan los intereses de los españoles?

Feliz Tarde. 

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