“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal,
aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).
Hoy vamos a tener un minuto menos de sol, se nos
marchará a las 21:28 horas y volverá a las 06:45 de mañana.
Durante la cerveza que me he tomado antes de comer,
o sea el “vermut” de toda la vida, ha vuelto a surgir el tema de la ya famosa
entrevista a Otegi de la que algo dije hace ya algunos días. Mi opinión no ha
cambiado desde entonces, pues me parece que los medios de comunicación social que
tienen una gran influencia sobre la opinión pública, tienen la gran
responsabilidad ética de procurarnos una información que este basada en la
veracidad y el respeto a las leyes morales, los derechos legítimos y la
dignidad humana. Y la televisión, y muy
especialmente la televisión pública, que se paga con los impuestos todos los
españoles, está especialmente obligada a respetar los valores humanos y
democráticos que son la base de nuestra convivencia.
Por lo tanto continúo pensando que RTVE no cumplió
con su deber, y que no se trató de un acto de neutralidad entre víctimas y
verdugos, algo que en sí ya considero condenable, sino que intento blanquear la
imagen de Otegui. El problema con este tema, y otros muchos, son las diferentes
formas de entender la sociedad y entre las que se cuentan algunas en las que hay
una ausencia de valores morales.
Yo, lo veo de la siguiente manera, una persona
madura es la que es fiel a su propia conciencia, y, normalmente, porque hay
excepciones en ambos sentidos, nuestra sociedad está dividida, en líneas generales,
en dos grandes grupos.
Por un lado están los que yo denomino como creyentes,
los que piensan que hay un Dios Creador, autor de la vida, que nos ha dotado a
los hombres de una dignidad personal irrenunciable, nos ha hecho capaces de
libertad y responsabilidad, y ha puesto en nosotros unas leyes morales que
hemos de cumplir si queremos realizarnos como personas. Los que pensamos así
creemos que tenemos en nosotros una conciencia que resuena en nosotros y nos
indica lo que debemos hacer para amar y practicar el bien y evitar el mal, así
como para estar al servicio de la verdad y de las normas objetivas de
moralidad. Aceptamos una Ley y un Derecho Natural y el que la
Verdad y el Bien no son algo subjetivo, sino una realidad objetiva a cuyo servicio
estamos. En
esta concepción el derecho positivo no otorga, sino que reconoce derechos
preexistentes.
En cambio, en la otra concepción, que podríamos
llamar positivista, relativista o subjetivista, no se reconoce la existencia de
Dios ni, en consecuencia, del Derecho Natural. En esta concepción, al no
existir Dios, el hombre es el ser supremo. La Verdad y el Bien no son algo
objetivo, pues lo que hoy es bueno mañana puede ser malo y viceversa, con lo
que llegamos a la conclusión que no hay valores permanentes y que el fin
justifica los medios. En consecuencia soy yo, aunque sea terrorista, el que
decido lo que puedo o no puedo hacer. Un terrorista como Otegi es capaz de
decir: “Lo siento si hemos generado más
dolor a las víctimas del necesario o del que teníamos derecho a hacer”. Es decir, no niega que sus
actividades han sido violentas y llenas de consecuencias lamentables, pero lo
justifica como necesarias en virtud de la supuesta grandeza del fin que
persigue.
Se dice que el Estado ha derrotado a ETA, y me gustaría
que fuese verdad, pero ETA solo ha dejado de matar, está en las instituciones y
muchos terroristas están tranquilamente viviendo de nuestros impuestos, sin
haber pedido perdón ni colaborar con la Justicia en el esclarecimiento de sus
crímenes.
El problema, desde mi punto de vista, es que para
combatir a ETA hay que creer en una serie de valores, como la
paz, entendida como obra de la justicia, no de la capitulación ante
unos criminales; la libertad, en la que creo es la verdad la que nos hará libres y no como la libertad la que
nos hará verdaderos.
En fin, lo dejo que voy a ver el Tour.
Feliz Tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario