viernes, 26 de julio de 2019

Viernes 26 de julio de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton). 


Esta tarde nos llegará la noche a las 21:17 horas y no será hasta las 06:58 horas de mañana cuando volvamos a ver el sol, horas, que espero sean las suficientes para que nos baje la temperatura.
Me comentaban ayer por la tarde, después de una suculenta paella, para que nos sirve tanto pensar y razonar sobre lo que nos sucede, y sucede a nuestro alrededor, y visto desde cierto sentido el filosofar sobre lo que nos rodea no nos debería servir para nada que nos pueda dar un beneficio material. Es, por decirlo así, inútil. Y mirado desde cierto punto de vista “no sirve para nada”, es más: ¡ni puede ni debe servir para nada!  Y así debe ser.  
Como es normal, ahora debo hacer algunas aclaraciones: meditar, reflexionar, pensar, fantasear, analizar y me atrevería a añadir razonar son actos que deberían de trascender a todo lo cotidiano, deberían pasar por encima de nuestra rutina diaria, de nuestro trabajo, del estar siempre buscando el rindiendo y compitiendo, de estar fijándose solo en lo inmediato y de estar todo el día agobiado. El filosofar debe de distanciarnos de todo eso, deben de ser momentos en los que miremos, como se decía en una película: “el que realmente sabe, mira en otra dirección”, hacia otro lugar.
Romper con la rutina diaria es muy relajante, apartarse del ajetreo cotidiano nos ayuda a descansar y a sacar nuevas fuerzas para seguir con nuestra vida diaria, por lo que esos momentos en los que nuestros pensamientos trascienden lo cotidiano, en esos momentos en los que somos capaces de olvidarnos de todo y que imaginamos locuras nos ayudan a convertir nuestra vida en más agradable.
Son los razonamientos que se hacen sin ningún afán de obtener un beneficio, dejando atrás todo cálculo, cuando más nos acercamos a esa clase de locura que nos saca de nuestro mundo y nos conduce hacia otros lugares que trascienden nuestro mundo rutinario, entonces surge ese acto filosófico que tantas veces es necesario para "sobrevivir" en un mundo difícil, es un modo de mantener la serenidad, si el día a día es insoportable.
Me parece que era Platón el que nos mostraba el “eros filosófico”, ese placer que se asemeja al del amante y al del poeta, que no solo ama la verdad de las cosas y la busca sino que la ansía.
El amor, el arte, la religión y también esos momentos en los que razonamos están relacionados en cierta manera. Se contraponen a la manipulación de nuestro mundo. No se dejan utilizar para obtener determinados beneficios materiales, pues si lo hicieran la religión y nuestras reflexiones se transformarían en ideologías, y el amor, se convertiría en una industria del sexo.
Cuando nos acostumbramos a esos momentos de reflexión somos capaces de trascender del mundo cotidiano y no nos dejamos absorber por nuestros problemas habituales, advertimos que no podemos satisfacer todos los deseos de nuestro corazón dándonos cuenta que hay algo más a lo nos queremos dedicar.
Y la búsqueda de “ese algo más” es lo que nos lleva a querer, con más ansia, estar más tiempo reflexionado.

Feliz Tarde.

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