“Lo
correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal,
aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton).
Esta tarde nos llegará la noche a las 21:17 horas y
no será hasta las 06:58 horas de mañana cuando volvamos a ver el sol, horas,
que espero sean las suficientes para que nos baje la temperatura.
Me comentaban ayer por la tarde, después de una
suculenta paella, para que nos sirve tanto pensar y razonar sobre lo que nos
sucede, y sucede a nuestro alrededor, y visto desde cierto sentido el filosofar
sobre lo que nos rodea no nos debería servir para nada que nos pueda dar un beneficio
material. Es, por decirlo así, inútil. Y mirado desde cierto punto de vista “no
sirve para nada”, es más: ¡ni puede ni debe servir para nada! Y
así debe ser.
Como es normal, ahora debo hacer algunas
aclaraciones: meditar, reflexionar, pensar, fantasear, analizar y me atrevería
a añadir razonar son actos que deberían de trascender a todo lo cotidiano,
deberían pasar por encima de nuestra rutina diaria, de nuestro trabajo, del
estar siempre buscando el rindiendo y compitiendo, de estar fijándose solo en
lo inmediato y de estar todo el día agobiado. El filosofar debe de
distanciarnos de todo eso, deben de ser momentos en los que miremos, como se
decía en una película: “el que realmente sabe, mira en otra dirección”, hacia
otro lugar.
Romper con la rutina diaria es muy relajante,
apartarse del ajetreo cotidiano nos ayuda a descansar y a sacar nuevas fuerzas
para seguir con nuestra vida diaria, por lo que esos momentos en los que
nuestros pensamientos trascienden lo cotidiano, en esos momentos en los que
somos capaces de olvidarnos de todo y que imaginamos locuras nos ayudan a
convertir nuestra vida en más agradable.
Son los razonamientos que se hacen sin ningún afán
de obtener un beneficio, dejando atrás todo cálculo, cuando más nos acercamos a
esa clase de locura que nos saca de nuestro mundo y nos conduce hacia otros
lugares que trascienden nuestro mundo rutinario, entonces surge ese acto filosófico
que tantas veces es necesario para "sobrevivir" en un mundo difícil,
es un modo de mantener la serenidad, si el día a día es insoportable.
Me parece que era Platón el que nos mostraba el “eros filosófico”, ese placer que se asemeja al del amante y al del poeta, que no
solo ama la verdad de las cosas y la busca sino que la ansía.
El amor, el arte, la religión y también esos
momentos en los que razonamos están relacionados en cierta manera. Se contraponen
a la manipulación de nuestro mundo. No se dejan utilizar para obtener determinados
beneficios materiales, pues si lo hicieran la religión y nuestras reflexiones se
transformarían en ideologías, y el amor, se convertiría en una industria del
sexo.
Cuando nos acostumbramos a esos momentos de reflexión
somos capaces de trascender del mundo cotidiano y no nos dejamos absorber por
nuestros problemas habituales, advertimos que no podemos satisfacer todos los
deseos de nuestro corazón dándonos cuenta que hay algo más a lo nos queremos
dedicar.
Y la búsqueda de “ese algo más” es lo que nos lleva
a querer, con más ansia, estar más tiempo reflexionado.
Feliz Tarde.
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