viernes, 12 de julio de 2019

Viernes 12 de julio de 2019.

“Lo correcto es lo correcto, aunque no lo haga nadie. Lo que está mal está mal, aunque todo el mundo se equivoque al respecto”. (G. K. Chesterton). 

Dentro de unas horas el sol nos abandonará durante el tiempo que transcurrirá desde las 21:27 horas hasta las 06:47 de mañana, espero que sean las suficientes para que la temperatura baje lo suficiente para poder disfrutar, mañana, de un día no tan caluroso.
Me parece ver que en nuestra sociedad y en muchos medios de comunicación existe una hostilidad hacia cierta creencia y su forma de entender la vida. Lo advierto cuando siempre se sitúa el foco en sus faltas, y se ignoran sus aciertos y algunas de sus buenas aportaciones.
Ante cualquier hecho o declaración, que como todos sabemos se puede interpretar de diferente manera, siempre se busca llamar la atención sobre la interpretación más negativa, deformando así esa realidad. Se dan por ciertos absurdos estereotipos que no soportan la más mínima comparación con lo que ha sucedido.  
Siempre se olvida la inmensa labor que se hace con decenas de miles de niños y adolescentes, de como sus centros acogen todo tipo de actividades, incluidas vecinales, culturales, o de apoyo a alguna causa, alcohólicos anónimos, drogodependientes, y tantas otras, y que son focos inagotables de una solidaridad tangible, inmediata y desburocratizada. Pero no, solo se recuerdan hechos que se presentan para mostrar hostilidad.
Es una concepción que no puede hacerse presente en la vida pública. Yo puedo razonar desde la perspectiva de género, desde el feminismo o del marxismo. Puedo sostener razones desde el animalismo, veganismo, puedo dar razones desde el Islam. Pero cuando hablo desde el cristianismo o más concretamente desde el catolicismo,  funcionan dos tipos de hostilidades para forzar mi silencio: “No nos importan tus razones, forman parte de una creencia privada”.
Pero, ¿Desde cuándo y por qué es privada una concepción colectiva y pública? O bien, “quieres imponer tus creencias”. Como si hablar, postular, razonar, proponer, fuera una imposición. Y lo que se dice desde los otros puntos de vista ¿no son imposiciones? ¿Dónde radica la diferencia?
Podría poner algunos ejemplos, pero supongo que no hace falta, todos nos acordamos como se realizan actos que ridiculizan u ofenden deliberadamente al usar imágenes religiosas para usos indecentes y que son aclamados en nombre de la libertad de expresión, pero cuando algún católico destacado hace oír su voz y cuestiona, por ejemplo, el aborto, debe ser silenciado porque va contra la libertad.
Ya se que se dice que la sociedad es laica, pero es que esa afirmación es falsa, una sociedad formada por personas, lo que es, es plural. En todo caso, lo que será es neutral, laica no laicista son las instituciones que representan a la sociedad. Hay mucha diferencia, una diferencia que no se quiere ver.
En fin, ningún reconocimiento, mucho menosprecio, ofensa, descalificación. ¿Por qué?
El cristianismo como cultura, recoge y enseña cada día, cada domingo especialmente, a actuar bien, a dar sin esperar recibir, a amar como donación, ha hacerlo no solo con los “tuyos” sino con los “enemigos”, enseña el respeto, la contención, la educación en la virtud, la fidelidad, la verdad, el trabajar con quienes no piensan como tú, el servir. Los que siguen tales máximas, los católicos que quieren vivir como tales, se comportan en el respeto a los demás. Ya se, que se me puede decir, con razón, que hay católicos que no se comportan así, y en este sentido, este es un argumento que refuerza la bondad del hecho cristiano, y no constituye un argumento en contra, porque la responsabilidad no está en lo que se le dice que ha de hacer, sino en lo que hace.
La mayoría de las grandes tendencias que hoy en día más se valoran tienen sus bases en el cristianismo: el cuidado de la naturaleza, la vida sencilla y mejor adaptada a ella en nuestras vidas y en el trato a nuestro entorno, la celebración de la familia, los valores de dignidad y respeto de todas las personas, sea cual sea su estado y condición, la búsqueda y la realización de la belleza, la celebración de la cultura, la solidaridad, la fraternidad, el bien común, el perdón y la redención.
Todo esto y mucho más es la traducción a la vida secular del hecho cristiano. Es más, en algunos, bastantes, de estas tendencias sin su raíz cristiana, o se pervierten o mueren. Es lo que está sucediendo, por ejemplo, en nuestra sociedad con el espíritu del perdón, que va desapareciendo, o el del amor entendido como acto de donación gratuito, que cada vez se confunde más con el acto de posesión del otro, en razón de lo que me dan o me niegan, es decir, amor limitado a conseguir mis deseos.
Tengo la impresión que toda esta hostilidad hacia lo cristiano, como hecho social, es algo así como querer entrar en una espiral de locura, aunque también hay que decir que es muy humano tener una vocación temeraria y suicida, sobre todo en los sectarismos, pero la  gente sensata, la mayoría con independencia de sus creencias debería compartir el propósito de una normalización de la concepción cristiana y de su cultura en la vida social y en la vida pública, que puede ayudarnos a salir de la mayoría de las dificultades en las que nos encontramos y de las que nos amenazan en el futuro.  
Quien quiera seguir esta fe que lo haga. Esta sí es una cuestión personal, pero escuchemos sus razones con atención y respeto porque gran parte de las respuestas están en ellas.
Me voy unos días de vacaciones.

Feliz Tarde.

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