“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la
democracia para hacer una revolución.” (G. K.
Chesterton).
Después del almuerzo de ayer de
la sección “masculina”, supongo que el ambiente para la cena del próximo viernes
será el idóneo para que pasemos una excelente velada, pero no adelantemos
acontecimientos que eso ya será el año que viene. De momento este viernes el
sol nos saldrá a las 08:19 y estará con nosotros hasta las 17:46, y de momento
a estas horas en Onteniente, yo tengo frío, 6,2 grados.
Después de haber visto algunos
“whatsapp” y algunos comentarios en “facebook” se me ocurre preguntarme si
somos todo lo maduros que pensamos, y cuando me estoy refiriendo a maduros no
quiero referirme a ese período de nuestra vida en que hemos alcanzado la
plenitud vital y en el que aún no se ha llegado a la vejez, sino a la tercera
acepción que nos da el diccionario; “Buen juicio o prudencia, sensatez”.
Hasta que punto creemos que
somos maduros, porque me he dado cuenta que la edad no significa mucho, se
puede ser joven y ser perfectamente maduro pues para controlar las propias
emociones en las “redes” controlando nuestra ira y rabia no es cuestión de
haber vivido más años, es más bien cuestión de ser educados.
Pienso que una persona madura
no pierde el tiempo en realizar críticas destructivas a los demás, sino que
debe saber apreciar todo lo positivo que puede encontrar en los demás pues
siempre hay algo que aprender. Ya se que a veces situarse en una «actitud
crítica» se considera como un derecho, como un valor, como una postura de
privilegio. Pero criticar es un arte y además muy difícil. Para hacerlo con educación
hay que estar muy preparado. Se critica con mucha frivolidad en nuestros días
sobre todo cuando no tenemos a la persona delante y nos podemos esconder con el
anonimato que nos ofrecen las redes sociales. Criticar no es sólo decir lo
malo, si no valorar también lo bueno.
Si cuando criticamos sólo nos
fijamos en lo negativo generalmente no vamos a ser justos y nuestra crítica será mala, será entonces lo que se suele llamar una crítica destructiva. Lo primero
que hace falta para que una crítica sea justa es querer mejorar aquello que se
está criticando; no gozar destruyendo, eso es pura venganza. Lo más fácil es
que esa crítica sea injusta. Una crítica con ironía y sarcasmo puede ser un
desahogo del que critica, pero ahí no se ve deseo de ayudar.
Si hacemos la prueba nos
daremos cuenta que hacer una crítica destructiva es muy fácil, destruir es
fácil, lo difícil es construir. Lo bonito es hacer algo positivo con lo que
vamos a criticar ya sea para hacerlo más justo, más bello o más humano. Hay que
saber elogiar lo bueno de algo antes que criticar lo malo que tiene pues sino
corremos el riesgo de que nuestra crítica sea exagerada y por tanto injusta.
En fin, voy a intentar
aplicarme la lección y ser también más justo con las críticas.
Feliz y Dulce Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario