martes, 11 de diciembre de 2018

Martes 11 de diciembre de 2018.

“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la democracia para hacer una revolución.” (G. K. Chesterton) 

Hoy vamos a tener sol desde las 08:09 horas hasta las 17:39 y la temperatura en mí balcón es de 11,5 grados, le esta constando bajar de los 10 grados y eso que ya tenemos las navidades “a la vuelta de la esquina”.
Al ver ayer el video que esta circulando por las redes sociales sobre lo que parece ser el abuso de la industria farmacéutica, me interesado un poco, y el tema es más complicado de lo que nos puede parecer a simple vista. Es una cuestión que me ha llevado a preguntarme sobre el derecho a la salud, que me parece a mí que es de donde empieza todo el gran negocio de las farmacéuticas.
Yo, parto de la base que todos tenemos derecho a la salud, o sea que el cuidado de la salud de las personas requiere la ayuda de toda la sociedad para conseguir las condiciones necesarias que nos permitan desarrollarnos y llegar a la vejez. Por lo que les corresponde a los poderes públicos decidir, siempre en nombre del bien común, entre los diversos intereses particulares, pero debe facilitar a cada uno lo que necesite para llevar una vida verdaderamente humana, a saber: alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho de fundar una familia, etc.
Que es lo que quiero decir con todo lo anterior, ¿estoy hablando de un verdadero “derecho a la salud”? Pues si la comunidad tiene la obligación de facilitar la salud de las personas, necesariamente tenemos la facultad de exigir esa obligación, es decir, un verdadero derecho a ella.
Y aquí es donde empiezan los problemas, cuando intentamos precisar exactamente qué podemos exigir a ese derecho. Al encontrarnos en un sistema capitalista donde el objetivo de una empresa es ganar dinero, y que el negocio de las farmacéuticas consiste en anteponer los beneficios económicos a la salud, y que para que puedan vender sus productos deben existir personas enfermas y a ser posible convertir en crónicas cuantas más enfermedades mejor, la combinación de todo esto nos lleva a un abuso no solo económico sino que yo también lo consideraría un abuso ético.
Y ahora nos surge una pregunta; ¿Hasta qué punto es válido y ético que la industria de la salud se rija por los mismos valores y principios que el mercado capitalista? Porque si hay un tema delicado en el cual va la vida y la dignidad de las personas es justamente el de su salud y sobrevivir a las enfermedades. Y que una actividad tan importante como el de la farmacéutica, en lugar de estar regida por el principio de curar y salvar vidas, esta gobernada por el más vil capitalismo puro y duro, no es un buen camino.
Si una empresa debe procurar mantener a todos sus clientes y conseguir cada vez más, entonces a la industria farmacéutica no le interesa curar enfermedades sino por el contrario generar crónicos que sigan durante el resto de su vida siendo clientes consumidores de los medicamentos elaborados por ellos. El lema es primero el bolsillo de los laboratorios y luego la vida y la salud de las personas.
Este es un tema que por afectar el bien común, el Estado no debe de dejar de regular. Porque sencillamente está en juego un fin primario del Estado, que es velar por la salud de la población, y un derecho humano de ésta, evitando el mercantilismo en el sistema porque de ello depende que las enfermedades que son curables pues efectivamente se curen aunque el laboratorio “pierda” a un paciente consumidor. La salud es un derecho humano y los Estados no deben hacerse los distraídos mirando para otro lado por la sencilla razón que éstos pagan cuantiosos impuestos a Hacienda.
¿La responsabilidad social empresarial ha desaparecido de estas grandes corporaciones? A juzgar por los hechos parecería que sí, lamentablemente. ¿Pero sólo les debemos pedir a las farmacéuticas que tengan responsabilidad social o se lo debemos de pedir a todas las grandes empresas? La respuesta puede parecer fácil pero antes de darla deberíamos de meditar un poco las consecuencias de su aplicación.

Feliz y Dulce Día.

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