“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la
democracia para hacer una revolución.” (G. K.
Chesterton)
Vamos a empezar esta semana que
ya nos dejará en las puertas de las fiestas Navideñas y lo vamos a hacer con
unas temperaturas durante el día excelentes para estas fechas, y es que el sol
nos alumbrará hoy desde 08:09 horas hasta las 17:39 y a pesar de que ahora
tenga en mí balcón una temperatura de 12,3 grados la fuerza de “nuestro” sol es
tal que pasear por las calles de Pego será de lo más agradable.
Esta mañana mientras repasaba
las noticias en las webs de los principales periódicos estaba reflexionando
sobre como justifican algunos de los actos vandálicos que se han producido este
fin de semana, y me parece que hay una forma de ver nuestra sociedad que esta
muy extendida según la cual la moralidad de muchos de los actos que realizamos
los valoramos según nos lo diga la ley civil. O sea, si la ley no lo prohíbe,
si no hay penalización por ello, si incluso se apoya legalmente ¿por qué va a
ser algo malo?
Ya se que muchas veces resulto
extraño en mis comentarios, pero no lo soy, aunque puede ser que mí estilo de
vida sea algo diferente. Hay que comprender algunas cosas por las que puedo
parecer raro, por ejemplo yo entiendo que una ley ampare algunos actos pero eso
no significa que para mí sea moralmente correcta. Nadie me llevará a la cárcel
por ser un adultero o por abortar, o por ser no ser solidario con los pobres,
pero el hecho que por cualquiera de esos actos no tenga responsabilidad penal
no quiere decir que yo este de acuerdo con ellos o que los tenga que alentar.
El problema que me planteo
esta mañana es si me basta con no estar de acuerdo y callar, o tengo que decirlo. ¿Puedo decir que no aceptó esas actuaciones?
¿Y si lo hago, es normal que haya gente que encuentre extraño que lo haga? ¿Por qué
el gobierno de turno diga que por abortar no voy a ir a la cárcel voy a aceptar
que no pasa nada por matar a un niño en el vientre de su madre? Claramente no.
Estoy dentro de la ley. Pago
mis impuestos, circulo según manda el código de circulación, me sujeto a las
normas administrativas que existen… Pero creo que no puedo perder el sentido de
lo bueno y lo malo según mis ideas morales. Y si tengo que objetar y negarme a
algo pienso que debo hacerlo. Pero claro esto me sitúa en una situación en la
que guardar un equilibrio va a ser complicado.
Lo complicado para una persona
es poder discernir en cada situación concreta, por encima de intereses particulares
o propuestas oportunistas, lo que realmente mejora al ser humano en su integridad
y las características que han de tener los diversos organismos sociales y sus leyes para promover
el verdadero bien común, y esto es difícil.
Tenemos el problema que nos
cuesta diferenciar entre el “bien común” y el “bien de todos”, así como no
tenemos muchas veces claro cuando una ley pone en juego la dignidad del hombre.
Pero, si se pone en juego la dignidad del hombre el principio de la mayoría no debería
bastar.
Feliz y Dulce Día.
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