viernes, 21 de diciembre de 2018

Viernes 21 de diciembre de 2018.

“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la democracia para hacer una revolución.” (G. K. Chesterton).

Ya estamos en viernes, por fin se termina una semana complicada, veo también que vamos a tener un buen día en cuanto el sol haga su aparición a las 08:16 horas y este con nosotros hasta las 17:42 horas. El día a estas horas es frío, 10,4 grados pero estoy seguro que acertaré con mi previsión pues el sol calentará.
La semana que viene nos vamos ha encontrar con la Navidad, una de las fiestas más tradicionales y que más arraigo tiene, a pesar de que todo lo que sea tradicional se este menospreciando cada vez más. Y creo que es una equivocación.
Las personas cada vez están más faltas de lazos, existe un desarraigo que vacía nuestra vida de sentido humano, de objetivos y de esperanza, y aunque parezca mentira la tradición nos coloca en el tiempo, nos sitúa en un lugar y nos otorga el sentido temporal de las cosas que nos permite no perder el sentido de nuestra vida.   
Ahora nos están vendiendo que rompamos con la tradición, que esa ruptura nos liberará. Que lo importante es el presente, y si lo convertimos en nuestra prioridad podremos hacer de nuestra vida lo que queramos, nos sentiremos como  dioses. Hay que abrazar las nuevas ideas aunque sean una repetición de los viejos errores de antaño, unos errores que sólo viéndolos desde la tradición se delatan.
Porque la tradición nos une con un sabiduría que tenemos acumulada y que nos sirve para explicar el mundo, que nos ofrece soluciones a problemas en apariencia irresolubles, problemas que otras personas confrontaron y dilucidaron antes que nosotros. Cuando los vínculos con esa sabiduría almacenada son destruidos, cualquier intento de comprender este mundo se hace añicos.
Es verdad que los hombres hemos deseado siempre cambiar, pero los hombres con tradición desean ese cambio para acercarse a aquello que no cambia; los que carecen de tradición, en cambio, quieren cambiar para adaptarse a lo que continuamente esta cambiando.  
Haciendo un pequeño esfuerzo de imaginación podremos ver hacia donde nos dirigimos si olvidamos lo que somos; veremos a los hombres haciendo girar sus vidas sobre ellos mismos en busca de placeres inmediatos con los que llenar su espíritu, cada uno en busca de su felicidad, rodeado de gente a la que no ve, los toca pero no los siente pues no existe sino para sí mismo y para él sólo. Observaremos como sobre todos esos hombres se eleva un Estado con un poder inmenso que sólo procura asegurar sus goces, un Estado, minucioso, regular, divertido y benigno que se parece al poder paterno, pero que no tiene por objeto preparar a los hombres para la edad madura; sino que trata de fijarlos irrevocablemente en la infancia y quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar.
Un Estado que necesita para ello crear un enjambre de leyes complicadas, minuciosas y uniformes, a través de las cuales los hombres con espíritus inquietos  y las almas más vigorosas no pueden abrirse paso y adelantarse a la muchedumbre. Porque no destruye las voluntades, pero las ablanda, las somete y dirige; porque no destruye, pero impide crear; no tiraniza, pero oprime; debilita y reduce, en fin, a cada comunidad a un rebaño de animales cuyo pastor es el Estado.
Y un pueblo que se olvida de su tradición camina hacia un destino muy parecido.

Feliz y Dulce Día.

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