“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la
democracia para hacer una revolución.” (G. K.
Chesterton).
Ayer por la tarde recibí un
whatsapp en el que se me comentaba que tal vez la expresión para denominar la
falta de madurez que se observa hoy en día o la falta de nivel que comentaba
hace días, vendría mejor explica por la palabra mediocridad. Tal vez a primera
vista nos puede parecer lo mismo pero, según me explicó, tiene sus matices que
la hacen ser más idónea para entender lo que nos sucede.
Pero antes de continuar, os
diré que el sol nos saldrá en Pego a las 08:19 horas y se esconderá a las 17:47,
en Onteniente unos minutos más tarde. Ahora la temperatura es de 11,2 grados.
Me explicaba este amigo que la
mediocridad a la que se refería es la de estar a gusto con la rutina y con la
vulgaridad de la que estamos cada vez más rodeados, a esa mediocridad que
representan todos los que dicen que se aburren porque se han sometido a la rutina.
Y, mirándolo bien, algo de
razón si que parece que tenga, aunque mediocres también podrían ser aquellos
que no son ni buenos ni malos. La mediocridad es algo parecido a lo que podemos
observar en aquellos que más que vivir prefieren dejarse vivir, o lo que es lo
mismo no tienen ilusiones ni aspiran a mejorar, se conforman con lo que tienen
o con lo que hay.
Lo más curioso es que no
solemos darnos cuenta si caemos en la mediocridad, puesto que no presenta ningún
síntoma que sea visible ni nos causa ningún tipo de malestar. Por lo general
los mediocres son o suelen parecer, si no felices, al menos personas tranquilas.
Y cuando se está cómodo y sin detectar ningún problema es muy difícil que esa
mediocridad nos moleste mucho. Con frecuencia es necesario un gran dolor para
que logremos descubrir cuán mediocres somos.
Y entonces nos quejamos de lo
corta que es la vida, que no somos nada, y de golpe descubrimos que no hemos
hecho nada que hay valido la pena, y entonces, tal vez, nos damos cuenta que somos
nosotros los que nos hemos pasado nuestra vida dormitando. Y hace falta un
terrible esfuerzo para salir de la mediocridad y no regresar a ella de nuevo.
Cuesta mucho salir de esa
mediocridad cuando nos hemos acostumbrado a despreciar todo lo que no está a
nuestro alcance, cuando arremetemos contra todo lo que no comprendemos, cuando
nos alimentamos intelectualmente de lugares que jamás revisamos o de cuando
solo hablamos de tonterías. Suele suceder, que muchos de nosotros nos sentimos
fracasados, mucho más por habernos convertido en personas vulgares que por
haber hecho las cosas mal.
Y lo que es preocupante no es
que la vida sea más o menos corta, sino que se nos va poco a poco, mientras
nosotros la dejamos pasar.
Feliz y Dulce Día.
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