“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la
democracia para hacer una revolución.” (G. K.
Chesterton).
Ahora sí que sí, ya estamos en
sábado y ya podemos decir que ha empezado la Navidad, a partir de hoy ya va a
ser un “sin parar”, un continuo ajetreo que nos llevará de celebración en
celebración, pero antes, veremos como amanece a las 08:16 horas y disfrutaremos
de un sol que ya es de invierno y que nos debe ayudar a que pasemos un día con
una temperatura agradable, al menos hasta las 17:43, que será cuando nos abandonará
para dejar que la noche nos refresque un poco, de momento en mí balcón, 11,5
grados.
He estado mirando los
periódicos digitales, hace un momento, y no comprendo cual es el significado
que se le esta dando a la palabra “diálogo”, la he visto escrita tantas veces
esta mañana y aplicada a unas situaciones tales que me están haciendo pensar
que no se lo que quiere decir.
Yo pensaba, que “Diálogo”
significaba la capacidad humana de llegar a entenderse o de buscar la verdad de
las cosas mediante la utilización de la palabra. Pero me estoy dando cuenta que
se esta utilizando no como un instrumento para llegar a una conclusión sino
como un fin en si mismo. Ahora resulta que, con que dos personas hablen ya se
considera que ya existe diálogo, aunque sus palabras conduzcan hacia callejones
sin salida, o sean puras ambigüedades que no conducen a ninguna parte, sino en
todo caso al punto de partida. Así el diálogo pierde su esencia, no posee la naturaleza
explicativa, esclarecedora, para convertirse en una jaula de grillos; y a
través de la palabra solo se alcanza una mayor confusión.
Se esta olvidando que existe
una condición para dialogar, es más, pienso que más que condición se una premisa,
es que el diálogo solo es posible cuando existe un principio común entre las
partes y en él que están de acuerdo, y es a partir del cual cuando se puede
desarrollar el diálogo, es entonces cuando a través de las palabras y de los
argumentos se pueden limar asperezas y solucionar problemas.
Según mí opinión si no existe
ese principio común desde el que comenzar, un diálogo es imposible y no nos
llevará a ninguna parte, puesto que quienes en él participan van a rechazar
inevitablemente toda explicación que se pretenda construir sobre ese principio
que repudian o que rechazan.
En estas condiciones se puede
llegar a un acuerdo, no digo que no, pero en todo caso, se alcanzará un acuerdo
de conveniencia mutua, lo que a la larga es aún más perjudicial que la falta de
acuerdo, por mucho que se disfrace de “consenso”, pues estará basado sobre la
renuncia de los principios de cada uno, una renuncia que normalmente se
disfraza en forma de “cesiones” parciales.
Voy a poner un ejemplo, y no
es en el que todos estamos pensando con los independentistas, un diálogo que se
estableciese, pongamos un caso extremo, entre alguien que justificara al asesinato
en todos los casos y alguien que en todos los casos lo condenara no debería de resolverse
nunca con la justificación del asesinato en algunos casos, o bajo tales o
cuales circunstancias; pues tal diálogo se convertiría en algo más odioso que
la misma guerra.
Pues este podría ser un
ejemplo del lío en el que el diálogo, convertido en un fin en sí mismo, nos esta
introduciendo.
Feliz y Dulce Día.
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