“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la
democracia para hacer una revolución.” (G. K.
Chesterton)
Después de lo que tuve que
madrugar ayer por culpa del entrenamiento hoy nos toca levantarnos un poco más
tarde, es raro que esto pueda suceder un domingo por eso he aprovechado la
ocasión, la salida del sol será a las 08:13 horas y estará con nosotros hasta
las 17:40 horas. Por cierto la temperatura es de 12,3 grados.
Estamos viendo que cada vez más
existe en nuestra sociedad una especie de desprecio a la autoridad, se esta
dando a entender cada vez con mayor asiduidad que la autoridad no es la
consecuencia necesaria del ejercicio del poder democrático para mantener el orden necesario para el
ejercicio de la libertad, en vez de esto cada vez hay más gente que opina que
se trata de una imposición inoportuna e inconveniente.
Esta forma de entender el
principio de autoridad se produce cuando se mezclan ideas mal asumidas que
suelen proceder del anarquismo, que, yo entiendo que choca con la realidad en
la que vivimos, que nos obliga entre otras muchas cosas al cumplimiento de la
ley y a usar medios para hacerla cumplir.
Que exista la obligación de
hacer cumplir la ley no quiere decir, como muchos alegan, que se tenga que perjudicar
a los grupos sociales más desfavorecidos ni a los más marginales. Unir estos
dos principios, el de autoridad y el
cumplimiento de las leyes es lo que debe caracterizar una política que quiera
transformar nuestra sociedad. El problema nos aparece cuando, algunos de
nuestros políticos, quieren, pero no saben, cometiendo entonces una doble
injusticia, porque ni hacen cumplir las normas de convivencia, ni poseen las
capacidades políticas y la eficiencia necesaria para facilitar la vida e
integrar a los más marginados.
Indiscutiblemente, ya se que
no es fácil, pero precisamente por esta razón conviene acercarnos a estos temas
con humildad y prudencia, en lugar de actuar sin ningún tipo de reflexión. Voy
a ver si pongo un ejemplo que lo pueda explicar mejor; sucede en Barcelona en
relación con los manteros y el comercio de la ciudad. El ayuntamiento sabe que
los manteros son inmigrantes, gente marginada y oprimida, y que merecen ser defendidos;
y que los comerciantes son ciudadanos que merecen que se respeten sus derechos.
No importa que los manteros sean la parte de una red internacional de comercio
de falsificaciones e imitaciones, y los segundos sostengan la ciudad con sus
impuestos y actividad económica. No se quiere ejercer el principio de autoridad
por lo que tampoco se cumplen las normas establecidas.
El problema en este caso es claro:
sin una asunción plena del principio de autoridad para mantener el orden
cívico, la libertad se transforma en libertinaje que solo beneficia a los más
fuertes en la calle, es decir, a los más agresivos, los que amenazan o
practican la violencia.
Muchos de nuestros dirigentes
no ven violencia, por ejemplo, en el desorden nocturno que impide el descanso
de los vecinos, que causa intranquilidad cuando no miedo de quienes han de pasear
por la calle a determinadas horas. Otro ejemplo podría ser el tener que soportar
botellones que terminan con borrachos tirados por el suelo, discusiones entre
grupos que terminan en peleas.
Si algunos de nuestros
políticos no recuperan el principio de la autoridad para hacer cumplir las
normas de las que democráticamente nos hemos dotado, para la convivencia y para
elaborar aquellas otras normas que deben servir para afrontar los nuevos
desafíos que se va encontrando la sociedad, si esto no se hace pronto, si no se
restituye el orden cívico, no iremos por el buen camino.
Feliz y Dulce Día.
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