“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la
democracia para hacer una revolución.” (G. K.
Chesterton)
Con el sol alumbrando desde
las 08:07 horas hasta las 17:38 y con una temperatura de 14,5 grados este
sábado se nos presenta con buenas expectativas.
Con este fin de semana se me
termina una semana tranquila, más que de descanso yo me atrevería a decir que
de recuperación, donde he tenido un poco más de tiempo para pensar, para
escribir y para leer. He utilizado varias mañanas para montar el entrenamiento
para la próxima maratón y mientras lo hacia me iba dando cuenta que se necesita
tener motivación no solo para enfrentarse otra vez con una maratón sino que
también para enfrentarse todos los días
con la vida.
Hay que esperar algo, tener
esperanza es algo que encuentro fundamental en la vida, y si lo pensamos un
poco veremos que es lo que nos distingue de los animales, para un animal no hay
esperanza, vive únicamente en el presente, si miramos a nuestro perro, si es
que lo tenemos, veremos que no sabe nada de lo que sucedió ayer ni le preocupa
lo que sucederá mañana, vive el momento.
Pero las personas vivimos en
el futuro y en el presente y lo que hacemos en el presente se basa en lo que
sabemos del pasado y de lo que queremos alcanzar en el futuro. Lo más simple
que realizamos esta marcado por una perspectiva de futuro. Lo que nos sucede es
que esa perspectiva de futuro se hace más fuerte a medida que nos hacemos más
civilizados porque entonces somos más plenamente humanos y por lo tanto sabemos
que en nuestro futuro nos vamos a encontrar con la muerte.
Mientras éramos jóvenes y vivíamos
activamente pensábamos poco en nuestro último fin, porque estábamos pendientes
de conseguir lo que teníamos entre manos y en alcanzar los fines que nos habíamos
propuesto. Por eso no es propio de la juventud pensar en la muerte, piensan más
bien en la vida y en los objetivos que quieren conseguir.
Habremos oído alguna vez que
los jóvenes no tienen conciencia clara de que van a morir. Saben que no son
eternos, ningún hombre lo es, pero no lo saben por experiencia. Si no hubieran
visto morir a su alrededor, si no lo hubiesen oído contar, no sabrían que iban
a morir, pero este conocimiento es externo, no una conciencia de algo que han
vivido.
Se dice que la conciencia de
la muerte, la conciencia de que se va a morir uno mismo, se instala en el
hombre cuando éste va llegando a la edad que tenemos nosotros ahora, por que se
la ve llegar al darse cuenta de que hay algo que ha muerto ya en uno. Pero el
hombre joven y en plenitud de fuerzas no tiene la impresión de que va a morir.
El tomar conciencia de la realidad
de nuestra muerte no suele aparecer de golpe, hay que tener tiempo para meditar
esa realidad, una larga enfermedad muchas veces es el momento para darnos
cuenta, porque la enfermedad nos saca de la vida activa y nos deja tiempo para
reflexionar, también lo es la vejez.
Normalmente cuando nos hacemos
viejos nos alejamos de la vida agitada y tenemos más tiempo a reflexionar. Si
observamos nuestra conducta nos estaremos dando cuenta que se nos esta
endulzando el carácter y miramos lo acontecimientos que nos rodean con más
benevolencia. Es verdad que a algunos que se centran más en sí mismos, los que
han sido más egoístas están más irritados y descontentos, siempre quejosos de
todo el mundo, pero son muchos más los que cuando nos vamos haciendo viejos
estamos más tranquilos y vivimos reposadamente y con tiempo para la reflexión.
Y esa reflexión me fuerza a
mirar hacia delante, hacia el futuro porque la vida presente ya no tiene porvenir.
Tengo más recuerdos que proyectos. Es verdad, he vivido más de lo que viviré
pero solo si creo que la muerte es solamente el fin de la vida.
Feliz y Dulce Día.
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