jueves, 27 de diciembre de 2018

Jueves 27 de diciembre de 2018.

“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la democracia para hacer una revolución.” (G. K. Chesterton).

Parece ser que vamos volviendo a la normalidad, aunque hoy aún tendría un almuerzo con los amigos al que no voy a poder asistir. Voy a tener unos días hasta Fin de Año para recuperarme, así que empezare ya desde la salida del sol a las 08:18 horas y lo aprovechare hasta las 17:46 horas, después ya debería relajarme para pasar una tranquila noche, aquí en Onteniente hace frío, pero solo hasta que aparece el sol, ahora 6,3 grados en mi balcón.
Ayer pase el día paseando y buscando circuitos donde poder entrenar, por lo que tuve tiempo de empezar a hacer balance de cómo ha sido este 2018, y entre otras muchas cosas tengo la impresión de que continuamos viviendo en el corto plazo, no veo que seamos capaces de mirar mucho más lejos. Me parece que nos esta faltando nivel, al menos en lo político y nos esta sobrando populismo. 
Pienso que no me equivoco si digo que todos coincidimos en pretender una sociedad justa y un nivel de vida digno que nos proporcione confianza y estabilidad. El inconveniente es cómo conseguirlo. Y la verdad es que las soluciones que yo encuentro son muy pocas pero a la vez creo que son muy simples.
Voy a ver si me explico un poco, no es posible prosperar sin esfuerzo y algo de compromiso personal. Por mucho que pensemos o nos empeñemos en lo contrario, el Estado, no está para asegurarnos un empleo o una vida digna, sino que, pienso yo  que debe estar para promover un entorno social y económico que, por medio de nuestro esfuerzo y compromiso, nos permita desarrollarnos como personas en igualdad de oportunidades.
Y esto solo se conseguirá si hay una estrecha colaboración entre lo público y lo privado para que veamos que es posible un marco social y económico lo suficientemente atractivo para la creación de pequeñas empresas. Un marco de equilibrio donde por supuesto los impuestos son imprescindibles para redistribuir la riqueza con justicia y equidad. De nada sirven las políticas universales si sus usuarios no somos todos. Algo falla. Y eso es lo que hoy ocurre en gran parte de lo “público”. Público y privado no pueden estar en conflicto; han de convivir.
Pero si lo anterior lo encuentro necesario, también veo que no es suficiente. Si existe una obligación constitucional de pagar impuestos, esta no la podemos desvincular de su inevitable razón de ser: sufragar el gasto público; gasto que se ha de gestionar de forma exquisita en términos de eficiencia y eficacia y que requiere una profunda reforma de la Administración Pública, reforma que incluye, también, la de su relación con el ciudadano.
Otra cosa que nos falta es que veamos que el sistema tributario sea justo, la mayoría de nosotros percibimos los impuestos como un castigo cuando los deberíamos de percibir  como una obligación cívica, como un ejercicio de solidaridad que este basado en una justa, razonable y equitativa redistribución de la riqueza y cuyo éxito no resida tanto en la progresividad sino en que sea capaz de aplicar políticas sociales redistributivas destinadas a reducir las desigualdades sociales. Un sistema sencillo y sin privilegios.
Esto, que pienso que es posible alcanzarlo, requiere no quedarnos en medidas que solo nos sirvan en el corto plazo, hay que tomar decisiones estratégicas, tal vez impopulares es verdad, y que tengan resultados a medio y largo plazo. Nuestros gobernantes deben tener perspectiva y apostar por aquello del “interés general”.
Pero eso requiere valentía, responsabilidad, firmeza y liderazgo.

Feliz y Dulce Día.

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