“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la
democracia para hacer una revolución.” (G. K.
Chesterton).
Parece ser que vamos volviendo
a la normalidad, aunque hoy aún tendría un almuerzo con los amigos al que no
voy a poder asistir. Voy a tener unos días hasta Fin de Año para recuperarme,
así que empezare ya desde la salida del sol a las 08:18 horas y lo aprovechare hasta
las 17:46 horas, después ya debería relajarme para pasar una tranquila noche,
aquí en Onteniente hace frío, pero solo hasta que aparece el sol, ahora 6,3
grados en mi balcón.
Ayer pase el día paseando y
buscando circuitos donde poder entrenar, por lo que tuve tiempo de empezar a
hacer balance de cómo ha sido este 2018, y entre otras muchas cosas tengo la
impresión de que continuamos viviendo en el corto plazo, no veo que seamos capaces
de mirar mucho más lejos. Me parece que nos esta faltando nivel, al menos en lo
político y nos esta sobrando populismo.
Pienso que no me equivoco si
digo que todos coincidimos en pretender una sociedad justa y un nivel de vida
digno que nos proporcione confianza y estabilidad. El inconveniente es cómo
conseguirlo. Y la verdad es que las soluciones que yo encuentro son muy pocas
pero a la vez creo que son muy simples.
Voy a ver si me explico un
poco, no es posible prosperar sin esfuerzo y algo de compromiso personal. Por
mucho que pensemos o nos empeñemos en lo contrario, el Estado, no está para
asegurarnos un empleo o una vida digna, sino que, pienso yo que debe estar para promover un entorno social
y económico que, por medio de nuestro esfuerzo y compromiso, nos permita
desarrollarnos como personas en igualdad de oportunidades.
Y esto solo se conseguirá si
hay una estrecha colaboración entre lo público y lo privado para que veamos que
es posible un marco social y económico lo suficientemente atractivo para la
creación de pequeñas empresas. Un marco de equilibrio donde por supuesto los
impuestos son imprescindibles para redistribuir la riqueza con justicia y equidad.
De nada sirven las políticas universales si sus usuarios no somos todos. Algo
falla. Y eso es lo que hoy ocurre en gran parte de lo “público”. Público y
privado no pueden estar en conflicto; han de convivir.
Pero si lo anterior lo
encuentro necesario, también veo que no es suficiente. Si existe una obligación
constitucional de pagar impuestos, esta no la podemos desvincular de su
inevitable razón de ser: sufragar el gasto público; gasto que se ha de
gestionar de forma exquisita en términos de eficiencia y eficacia y que
requiere una profunda reforma de la Administración Pública, reforma que
incluye, también, la de su relación con el ciudadano.
Otra cosa que nos falta es que
veamos que el sistema tributario sea justo, la mayoría de nosotros percibimos los
impuestos como un castigo cuando los deberíamos de percibir como una obligación cívica, como un ejercicio
de solidaridad que este basado en una justa, razonable y equitativa
redistribución de la riqueza y cuyo éxito no resida tanto en la progresividad sino
en que sea capaz de aplicar políticas sociales redistributivas destinadas a
reducir las desigualdades sociales. Un sistema sencillo y sin privilegios.
Esto, que pienso que es
posible alcanzarlo, requiere no quedarnos en medidas que solo nos sirvan en el
corto plazo, hay que tomar decisiones estratégicas, tal vez impopulares es
verdad, y que tengan resultados a medio y largo plazo. Nuestros gobernantes
deben tener perspectiva y apostar por aquello del “interés general”.
Pero eso requiere valentía, responsabilidad,
firmeza y liderazgo.
Feliz y Dulce Día.
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