martes, 18 de diciembre de 2018

Martes 18 de diciembre de 2018.

“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la democracia para hacer una revolución.” (G. K. Chesterton) 

Hoy por fin hemos conseguido bajar de los 10 grados en mí balcón, 9,3 grados, se ve que se va preparando del ambiente para las Navidad. De momento, aunque ahora hace frío, vamos a tener un buen día pues el sol que estará con nosotros desde  las 08:14 horas hasta las 17:41 nos ayudará a calentar el ambiente.
Os habéis parado alguna vez a analizar los desequilibrios y las contradicciones que se producen en nuestra forma de actuar cuando se nos rompe la relación existente entre nuestra razón teórica y nuestra razón práctica. Voy a ver si me explico un poco mejor, cuando digo razón teórica me estoy refiriendo a nuestra capacidad para llegar a conclusiones y obtener principios y verdades universales y por razón práctica, a nuestra capacidad para aplicar aquellos principios en nuestra vida diaria.
El principal problema de hoy en día es que queremos negar la existencia de principios y verdades universales, por lo que nuestra razón práctica no tiene referencias y claro intenta llenar ese hueco tomando decisiones a la desesperada viéndose obligada muchas veces a “sobreactuar” olvidándose de la prudencia y de la mesura, lo que inevitablemente se traduce en actitudes apasionadas y exaltadas.
Voy a poner un ejemplo; mirad lo que esta sucediendo con la independencia de Cataluña. Nuestra razón teórica nos dice que la supervivencia de una comunidad política que sea diga de ese nombre es imposible si permite que una parte de sus integrantes defienda su destrucción. Pero nuestra sociedad actual se niega a reconocer esta verdad universal y pretende que la comunidad política tenga en su interior formaciones políticas que hagan propaganda a favor de su destrucción, que además reciban subvenciones públicas y que tengan sitio en las instituciones. Este abandono de la razón teórica se trata luego de corregir grotescamente mediante una acción desordenada de la razón práctica, que hacemos, pues establecemos unos cálculos matemáticos legales que impidan la realización de las ideas independentistas que previamente se han desenvuelto sin cortapisas (incluso con incentivos y estímulos).
O, llegado el caso, se pretende condenar a quienes han intentado realizar tales ideas con penas muy severas, forzando la calificación jurídica de sus actos, o aplicándoles correctivos provisionales a todas luces desmesurados. Toda esta “sobreactuación” de la razón práctica es una consecuencia penosa del abandono de la razón teórica, que por negarse a reconocer un principio universal para la supervivencia de cualquier comunidad política provoca un caos que la razón práctica tiene que parchear in extremis, exagerando la nota.
Mientras no sea restablecida la razón teórica y reconocidos los principios y verdades universales que guían su acción, la razón práctica estará obligada -por mala conciencia, por puro afán de supervivencia- a “sobreactuar” para impedir la definitiva aparición del caos. Pero, a la larga, todos sus esfuerzos serán inútiles, porque allá donde se debilitan los principios y se retira la razón teórica acaba infaliblemente imponiéndose la más perversa ley de la selva, disfrazada de sentimentalismo o consenso.

Feliz y Dulce Día.

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