sábado, 10 de noviembre de 2018

Sábado 10 de noviembre de 2018.

“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien).

Sábado, por tradición el principio del fin de semana, así que vamos a ver si con los buenos recuerdos que me trae el Dyane y con los consejos que sobre el matrimonio me ha dejado Jesús, a los que no me quedará más remedio que añadir algo y por lo tanto rebatir. He visto a las 07:38 horas una salida de sol espléndida y ahora a disfrutar del sol hasta que se nos marche a las 17:51 horas.
Por cierto ahora en mi balcón la excelente temperatura de 15,9 grados, una buena temperatura para deciros que a pesar de los problemas que se nos presentan en el matrimonio es una institución natural en el hombre.
Si miráis la historia del mundo nos daremos cuenta que el matrimonio aparece con la finalidad de dar una estructura estable a todo lo que rodea a la educación y cuidado de los hijos.  Por supuesto que se puede concebir o educar a los hijos sin el matrimonio, pero la experiencia enseñó a nuestros antepasados que la forma más eficiente de hacerlo era ligar al padre y la madre con un compromiso o contrato.
Históricamente, aunque no le guste a mucha gente, el matrimonio ha beneficiado primordialmente a la madre pues su instinto maternal es naturalmente más fuerte, y los hijos dependen más de ella en los primeros años de la vida del niño, primordialmente por la lactancia.
A través de los siglos, para llevar a cabo esa misión, los cónyuges establecen entre ellos un pacto común y estable que favorece el desarrollo de sus hijos hasta que son mayores y se puedan valer por si mismos, formando así una familia nuclear.
Ahora bien si observamos diferentes culturas y sociedades nos daremos cuenta que ese pacto varía, pero en todos los casos implica la colaboración mutua en la crianza, aunque los roles varían, y conlleva que la convivencia de los esposos esté reglada por normas,  además de la fidelidad mutua por la que se castigaba el adulterio, aunque no en igual medida en el varón que en la mujer, y la permanencia en el matrimonio, no abandonar al cónyuge. Estas son sólo algunas de las características internas constantes del matrimonio natural, una institución que traspasa fronteras geográficas y temporales.
Y aunque se tengan que experimentar todas las simpatizas situaciones que nos cuenta Jesús, es una gran institución.
Y ahora una frase para pensar escrita por Hermann Keyserling que nos dice mucho sobre el matrimonio: “Los que se proponen como objeto supremo de su vida la felicidad personal, es natural que no tengan inclinación hacia el matrimonio.”

Feliz y Dulce Día.

No hay comentarios: