“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la
muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien).
Sábado, por tradición el
principio del fin de semana, así que vamos a ver si con los buenos recuerdos
que me trae el Dyane y con los consejos que sobre el matrimonio me ha dejado
Jesús, a los que no me quedará más remedio que añadir algo y por lo tanto rebatir. He visto a las 07:38
horas una salida de sol espléndida y ahora a disfrutar del sol hasta que se nos marche a las 17:51 horas.
Por cierto ahora en mi balcón la excelente
temperatura de 15,9 grados, una buena temperatura para deciros que a pesar de
los problemas que se nos presentan en el matrimonio es una institución natural
en el hombre.
Si miráis la historia del mundo nos daremos cuenta
que el matrimonio aparece con la finalidad de dar una estructura estable a todo
lo que rodea a la educación y cuidado de los hijos. Por
supuesto que se puede concebir o educar a los hijos sin el matrimonio, pero la
experiencia enseñó a nuestros antepasados que la forma más eficiente de hacerlo
era ligar al padre y la madre con un compromiso o contrato.
Históricamente, aunque no le
guste a mucha gente, el matrimonio ha beneficiado primordialmente a la madre
pues su instinto maternal es naturalmente más fuerte, y los hijos dependen más
de ella en los primeros años de la vida del niño, primordialmente por la lactancia.
A través de los siglos, para
llevar a cabo esa misión, los cónyuges establecen entre ellos un pacto común y
estable que favorece el desarrollo de sus hijos hasta que son mayores y se
puedan valer por si mismos, formando así una familia nuclear.
Ahora bien si observamos diferentes
culturas y sociedades nos daremos cuenta que ese pacto varía, pero en todos los
casos implica la colaboración mutua en la crianza, aunque los roles varían, y
conlleva que la convivencia de los esposos esté reglada por normas, además de la fidelidad mutua por la que se
castigaba el adulterio, aunque no en igual medida en el varón que en la mujer,
y la permanencia en el matrimonio, no abandonar al cónyuge. Estas son sólo
algunas de las características internas constantes del matrimonio natural, una
institución que traspasa fronteras geográficas y temporales.
Y aunque se tengan que
experimentar todas las simpatizas situaciones que nos cuenta Jesús, es una gran
institución.
Y ahora una frase para pensar
escrita por Hermann Keyserling que nos dice mucho sobre el matrimonio: “Los que se proponen como objeto supremo de
su vida la felicidad personal, es natural que no tengan inclinación hacia el
matrimonio.”
Feliz y Dulce Día.
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