“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la
democracia para hacer una revolución.” (G. K.
Chesterton)
Día triste, triste de verdad
el de ayer, no cesó de llover, lo que unido al cansancio que tenia se me hizo
más largo de lo normal, espero que hoy a las 07:49 horas pueda ver la salida
del sol y pueda ver su despedida a las 17:43 horas, la temperatura espero que
ayude, ahora en mí balcón 13,5 grados, así que debe subir un poco para
conseguir alégrame el día.
De momento ya he visto todas
las imágenes que nos ha mandado Mila, y me traen buenos recuerdos, pero también
recuerdo que una vez me dijeron que no es aconsejable estar mirando siempre atrás.
Las cosas cambian, y nosotros lo sabemos.
Pasé, toda la mañana de ayer preparando
planes de entrenamiento y solo por la tarde salí a tomar un cortado, y, tuve una
conversación un poco complicada para lo triste que estaba el día, nos metimos
con la religión y en concreto con la religión católica.
Ya se que muchos de nosotros
nos llamamos cristianos porque nos bautizaron, nos llevaron alguna vez a misa
de pequeños, tal vez estudiamos en un colegio religioso e hicimos la primera
comunión, y ahora vamos a la iglesia en bodas, bautizos, comuniones y
funerales, y no paramos de mirar el reloj.
Pero si alguien que lo ignora todo
sobre el cristianismo nos dijese: “Tú que eres cristiano, explícame lo fundamental
del cristianismo”, ¿qué le responderíamos? ¿Tendríamos algo que responderle, o
le miraríamos con gesto asombrado y buscaríamos una excusa para no entrar en el
tema? Pues bien, allí estaba yo esperando que el cortado hiciese su efecto para
dar mi modesta opinión sobre si la Iglesia Católica tiene que evolucionar y
tiene que desarrollar su doctrina y adaptarla a la sociedad actual, lo que supondréis
que es un tema interesante y complicado de responder.
No se si ayer lo desarrolle
bien, pero hice lo que pude, lo que pensé que era importante resaltar es la diferencia
entre desarrollo y evolución, porque ambos son conceptos incompatibles tanto
filosófica como lingüísticamente. Si analizamos ahora, con un poco más de
tranquilidad estos términos, veremos que la evolución es la transformación o cambio de algo en
otra cosa distinta, mientras que en el desarrollo ese algo o alguien sigue
siendo el mismo individuo.
Voy a poner ahora un ejemplo,
que ayer no puse; se podría especular que un triceratops evolucionó en un
rinoceronte, o un dientes de sable en un tigre moderno (luego de haber
evolucionado son especies distintas), pero no se puede decir lo mismo de un
bebe que se hace hombre, que sigue siendo en sí mismo la misma persona humana,
o de una semilla, que crece hasta convertirse en un frondoso árbol.
Cuando llegue a ese punto me
encontré de frente con toda la información que hay en los periódicos y medios
de información con sus numerosas críticas a la Iglesia Católica. Todos tienen
información, análisis y opiniones contra los dogmas de la Iglesia, su historia,
su estructura, su disciplina, sus miembros. Mis interlocutores sabían de
artículos y de informaciones que niegan la divinidad de Cristo, que acusan a la
Iglesia de defender posiciones morales contrarias a los valores de nuestro tiempo,
que denuncian sus escándalos (reales o imaginarios), y un largo etcétera.
Pero lo que me sorprendió, no
era la gran cantidad de críticas sino que aplaudían las propuestas que promueven
“aperturas” y novedades en la Iglesia. Por ejemplo, que se dé la comunión a los
divorciados, que se acepten las relaciones prematrimoniales, que se declare
bueno el aborto, que se permita el matrimonio de los sacerdotes…
¿Por qué me sorprende? Porque
resulta extraño que se defiendan, por ejemplo, el acceso a la Eucaristía a los
divorciados, personas que no creen que Cristo esté presente en ese sacramento. ¿Es
que tiene sentido que se defienda el “derecho” a recibir el Cuerpo de Cristo en
la misa quien no cree que en la misa está realmente presente el Cristo?
Alguno de vosotros tal vez
piense que al defender algunas de esas propuestas se garantiza un derecho de
las personas a satisfacer sus deseos. Pero si un deseo se orienta a algo falso
o incluso injusto, ¿tiene sentido satisfacerlo y defenderlo como “derecho”?
¿Hay alguien que defienda, sin incurrir en el ridículo, el “derecho” a entrar
en un bar y tomar unas cervezas sin pagar si alguien así lo desea?
La insistencia de algunos de
mis amigos a favor de cambios en la Iglesia no tiene sentido si no hay un
auténtico aprecio hacia esa misma Iglesia. Porque si uno piensa que la Iglesia
es anacrónica y falsa, ¿por qué presionar para que cambie? Lo lógico sería
combatirla, pero pedir que cambie para contentar al mundo es, simplemente, absurdo.
La Iglesia no formula sus enseñanzas según parámetros de tipo sociológico. No
hace encuestas para ver cuántas personas creen en la Trinidad y cuántas no
creen. No se adapta a las tendencias de la gente para ganarse más “adeptos”. No
busca contentar a los políticos ni a los periodistas.
En fin, una tarde lluviosa,
fría y triste la de ayer.
Feliz y Dulce Día.
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