“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la
muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien).
Vamos a ver que tal se nos
presenta este martes, de momento el sol estará con nosotros desde las 07:34
horas hasta las 17:55 horas, cada día menos por lo que no es de extrañar que
cualquier día la temperatura en mi balcón este por debajo de los 10 grados, hoy
13,9 grados.
Me voy dando cuenta que este
momento de la mañana en el que me tomo mi taza de café con ese poco de leche
que lo convierte en un “cortado” es uno de esos momentos de los que se alimenta
la vida, es una de esas pequeñas ilusiones que nos alegran la existencia, a las
cuales se les suele dar poca importancia.
Creo que sin ellas la vida desfallece
y se convierte en un aburrido proceso rutinario que se ve constantemente amenazado
por el aburrimiento. Y, si lo pensamos un poco nos daremos cuenta que esas pequeñas
ilusiones con las que contamos y que nos permiten estar tensos y a la expectativa
nos ayudan a seguir viviendo.
Van marcando nuestros días:
tenemos ilusión por hacer un pequeño viaje, por mirar un paisaje, por salir a
pasear por el campo, por una buena comida, por tomar una taza de café, por ver
a una persona, estar con ella, hablarle y que nos hable. Estas pequeñas
ilusiones las vamos esperando cada día y sabemos que algunas de esas ilusiones
se cumplirán y otras en cambio no las veremos realizadas.
Algunas tienen un carácter muy
interesante: son cotidianas. No quiero que me entendáis en el sentido literal: no es necesario
que aparezcan todos los días; puede ser que se repitan varias veces al día,
como las comidas, la lectura, los cigarrillos del fumador, la conversación con
las personas que conviven en la casa -si las hay-; tal vez son estrictamente
cotidianas, como la llegada del nuevo día, el trabajo, la cama que espera para
el descanso; en muchas ocasiones, hay que esperar varios días a que la ilusión
se cumpla: el espectáculo al que se desea asistir, la carrera del domingo, el
encuentro con alguien que nos ilusiona.
Lo esencial es que estas
ilusiones son reiterativas, con una periodicidad más o menos rigurosa o
frecuente. Contamos con que van a volver. Y, si lo recapacitamos, ello mitiga
la amenaza de la mortalidad. Lo que hacemos todos los días, parece que lo vamos
a poder seguir haciendo todos los días, es decir, siempre.
¿Un engaño? No, porque sabemos
que no será «siempre»; pero contar con que será mañana nos calma la angustia y
nos permite gozar de cada día, vivir con cierta apacibilidad.
Feliz y Dulce Día.
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