martes, 6 de noviembre de 2018

Martes 6 de noviembre de 2018.

“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien).

Vamos a ver que tal se nos presenta este martes, de momento el sol estará con nosotros desde las 07:34 horas hasta las 17:55 horas, cada día menos por lo que no es de extrañar que cualquier día la temperatura en mi balcón este por debajo de los 10 grados, hoy 13,9 grados.
Me voy dando cuenta que este momento de la mañana en el que me tomo mi taza de café con ese poco de leche que lo convierte en un “cortado” es uno de esos momentos de los que se alimenta la vida, es una de esas pequeñas ilusiones que nos alegran la existencia, a las cuales se les suele dar poca importancia. 
Creo que sin ellas la vida desfallece y se convierte en un aburrido proceso rutinario que se ve constantemente amenazado por el aburrimiento. Y, si lo pensamos un poco nos daremos cuenta que esas pequeñas ilusiones con las que contamos y que nos permiten estar tensos y a la expectativa nos ayudan a seguir viviendo.
Van marcando nuestros días: tenemos ilusión por hacer un pequeño viaje, por mirar un paisaje, por salir a pasear por el campo, por una buena comida, por tomar una taza de café, por ver a una persona, estar con ella, hablarle y que nos hable. Estas pequeñas ilusiones las vamos esperando cada día y sabemos que algunas de esas ilusiones se cumplirán y otras en cambio no las veremos realizadas.
Algunas tienen un carácter muy interesante: son cotidianas. No quiero que me entendáis en el sentido literal: no es necesario que aparezcan todos los días; puede ser que se repitan varias veces al día, como las comidas, la lectura, los cigarrillos del fumador, la conversación con las personas que conviven en la casa -si las hay-; tal vez son estrictamente cotidianas, como la llegada del nuevo día, el trabajo, la cama que espera para el descanso; en muchas ocasiones, hay que esperar varios días a que la ilusión se cumpla: el espectáculo al que se desea asistir, la carrera del domingo, el encuentro con alguien que nos ilusiona.
Lo esencial es que estas ilusiones son reiterativas, con una periodicidad más o menos rigurosa o frecuente. Contamos con que van a volver. Y, si lo recapacitamos, ello mitiga la amenaza de la mortalidad. Lo que hacemos todos los días, parece que lo vamos a poder seguir haciendo todos los días, es decir, siempre.
¿Un engaño? No, porque sabemos que no será «siempre»; pero contar con que será mañana nos calma la angustia y nos permite gozar de cada día, vivir con cierta apacibilidad.

Feliz y Dulce Día.

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