martes, 27 de noviembre de 2018

Martes 27 de noviembre de 2018.

“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la democracia para hacer una revolución.” (G. K. Chesterton) 

Todo lo que estoy observando desde el mirador de mí piso me indica que vamos a disfrutar de un buen día, la temperatura es de 12,9 grados y el cielo esta despejado pues veo las estrellas y una más brillante que supongo será Venus, aunque mañana me asegurare, el sol nos saldrá a las 07:57 horas y se nos marchara a las 17:40, todo listo para empezar la jornada.
Cada día me encuentro con más gente que se encuentra muy preocupada con la presente coyuntura de la política española, incluso he podido hablar con algunos que confiesan tener desasosiego. No se encuentran tranquilos, preocupados a que la situación provisional de ingobernabilidad se haga habitual, miedo a que la ambición desmesurada e irresponsable de algunos políticos propicie pactos peligrosos, miedo a que resurjan las dos Españas otra vez, aunque no estoy seguro de que hayan desaparecido nunca. Hay personas que ven en este río revuelto de la política española la ganancia de pescadores independentistas y que los extremismos se impongan y nos lleven a una dinámica revolucionaria.
Son preocupaciones que estimo ciertas y que he visto entre mucha gente, pero son temores que en contra de lo que en un momento pudiera parecernos no muestran cobardía.
Ese temor, es también una forma de duda que denota tener una conciencia precisa, capaz de plantearse preguntas que las personas menos sensibles renuncian formularse, capaz de anticipar el problema que otros sólo detectan cuando ya se ha producido irreparablemente. Sentir miedo ante el destino de nuestra sociedad denota tener generosidad y grandeza de alma, porque es un miedo que nos llega del amor que sentimos hacia todo lo que nos rodea. Amor a nuestras familias cuyo futuro nos llena de preocupación. Amor a nuestras tradiciones que son constantemente traicionadas.
Esta clase de miedo no es propio de cobardes, sino de personas valientes que conocen el valor de las cosas. Pero, si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta de que existe otro miedo muy distinto, un miedo que nos turba los sentidos y que hace que las cosas no parezcan lo que son. Son los temores que interesan a los cínicos, que propagándolos logran que sus intereses sórdidos nos pasen inadvertidos.  Nos hablan, por ejemplo, del miedo de los mercados, o nos dicen que el dinero es muy miedoso, para esconder la miseria moral de muchos desaprensivos que nos anticipan calamidades sin cuento.
Tenemos que prestar atención a esos agoreros, que claman ante las calamidades hipotéticas que nos traería una económica socialista y callan ente las calamidades consumadas que nos ha traído el capitalismo; o que, en el colmo del delirio, nos anticipan los desastres que se avecinan ante un gobierno de izquierdas, cuando en realidad tales desastres ya nos los han traído muy sigilosa y tranquilamente un gobierno de derechas. Pero también debemos prestar atención a esos agoreros que claman parecidas calamidades en sentido contrario.  
En fin, hay que tener el valor de tener miedo ante el porvenir que se nos presenta; pero también el valor de no dejarnos confundir por el miedo innoble que los desaprensivos tratan de infundirnos, para su beneficio.

Feliz y Dulce Día.

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