miércoles, 7 de noviembre de 2018

Miércoles 7 de noviembre de 2018.

“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien). 

Hoy ha amanecido a las 07:35 horas y todo parece indicar que hasta el ocaso a las 17:54 horas, el sol va a alumbrar un bonito día que contará con la ayuda de una buena temperatura, al menos, es lo que pronostico viendo la temperatura en mí balcón de 12,2 grados.
Llevo unos días acudiendo al hospital para unas visitas y la muerte ha estado presente en las habitaciones contiguas, y yo, como dijo Ivan Illich; “Yo no quiero morir de ninguna condición médica. ¡Quiero morir de muerte!
¿Qué es lo que quiero decir? Todos morimos de muerte, eso esta claro; pero desde hace unos años siempre se le da la culpa a alguien o a algo, a una enfermedad, a la mala suerte o victimas de un accidente.
Estoy viendo en el hospital que mucha gente no espera ni entiende la muerte como una experiencia humana normal sino que lo achaca a un fracaso médico. La muerte y su inevitabilidad en nuestras vidas tienen que ser entendidas como un lugar por el que tenemos que pasar, algo a lo cual estamos destinados orgánica y espiritualmente, y no como una tergiversación o intrusión innatural en el ciclo de la vida (una intrusión que podía haber sido evitada a no ser por un accidente o fracaso de la medicina).
Si tenemos una falsa idea del morir vamos a vivir con miedo, si la vemos como un fracaso médico o como una trágica mala suerte nos vamos a sentir continuamente amenazados por unos temores que inconscientemente nos quitaran la alegría de vivir.
Cuando tememos erróneamente la muerte, entonces, pagamos un precio, pues somos incapaces de entrar propiamente en la vida. Todos sabemos que desde el momento en que nacemos ya tenemos una condición final y sólo podemos estar libres de ese falso temor si vivimos conscientemente nuestras vidas ante esa verdad no  negociable. Estamos muriendo. No morimos a causa de la mala medicina o mala suerte. Morimos porque la naturaleza tiene su curso y la naturaleza corre ese curso; y nosotros, de hecho, gozaremos más de nuestras vidas  si respetamos el curso natural, porque esa aceptación nos ayudará a valorar más lo apreciados que son los buenos momentos de nuestra vida.
Desde luego, querer morir de muerte y no de condición médica no significa que no valore la medicina y lo que ella ofrece en favor de mí salud y la conservación de mí vida. Estamos comprometidos, por nuestra naturaleza, por nuestros seres queridos, por el sentido común y por un inalienable principio, justo dentro del orden moral mismo a tomar todas las ordinarias medidas médicas  disponibles para conservar nuestra salud.
La medicina moderna es maravillosa; y muchos de nosotros, estamos hoy vivos sólo  gracias a la medicina moderna. Pero también debemos tener claro que,  cuando estemos para morir, no será a causa de un fracaso médico, sino más bien porque nuestra muerte es nuestro fin natural.
Además, aceptar la muerte de esta manera no es algo negativo que nos quita la vida de deleite y gozo. Al contrario, como os dirá alguien que alguna vez haya tenido una enfermedad que le puso a las puertas de la muerte, enfrentarse a la muerte hace que todas cosas de la vida sean más valiosas, puesto que ya no se dan más por supuestas.

Feliz y Dulce Día.

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