“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la
muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien).
Hoy ha amanecido a las 07:35
horas y todo parece indicar que hasta el ocaso a las 17:54 horas, el sol va a
alumbrar un bonito día que contará con la ayuda de una buena temperatura, al
menos, es lo que pronostico viendo la temperatura en mí balcón de 12,2 grados.
Llevo unos días acudiendo al
hospital para unas visitas y la muerte ha estado presente en las habitaciones contiguas,
y yo, como dijo Ivan Illich; “Yo no quiero morir de ninguna condición médica.
¡Quiero morir de muerte!
¿Qué es lo que quiero decir? Todos
morimos de muerte, eso esta claro; pero desde hace unos años siempre se le da
la culpa a alguien o a algo, a una enfermedad, a la mala suerte o victimas de
un accidente.
Estoy viendo en el hospital
que mucha gente no espera ni entiende la muerte como una experiencia humana
normal sino que lo achaca a un fracaso médico. La muerte y su inevitabilidad en
nuestras vidas tienen que ser entendidas como un lugar por el que tenemos que
pasar, algo a lo cual estamos destinados orgánica y espiritualmente, y no como
una tergiversación o intrusión innatural en el ciclo de la vida (una intrusión
que podía haber sido evitada a no ser por un accidente o fracaso de la
medicina).
Si tenemos una falsa idea del
morir vamos a vivir con miedo, si la vemos como un fracaso médico o como una trágica
mala suerte nos vamos a sentir continuamente amenazados por unos temores que inconscientemente
nos quitaran la alegría de vivir.
Cuando tememos erróneamente la
muerte, entonces, pagamos un precio, pues somos incapaces de entrar propiamente
en la vida. Todos sabemos que desde el momento en que nacemos ya tenemos una condición
final y sólo podemos estar libres de ese falso temor si vivimos conscientemente
nuestras vidas ante esa verdad no
negociable. Estamos muriendo. No morimos a causa de la mala medicina o
mala suerte. Morimos porque la naturaleza tiene su curso y la naturaleza corre
ese curso; y nosotros, de hecho, gozaremos más de nuestras vidas si respetamos el curso natural, porque esa
aceptación nos ayudará a valorar más lo apreciados que son los buenos momentos
de nuestra vida.
Desde luego, querer morir de
muerte y no de condición médica no significa que no valore la medicina y lo que
ella ofrece en favor de mí salud y la conservación de mí vida. Estamos
comprometidos, por nuestra naturaleza, por nuestros seres queridos, por el
sentido común y por un inalienable principio, justo dentro del orden moral
mismo a tomar todas las ordinarias medidas médicas disponibles para conservar nuestra salud.
La medicina moderna es
maravillosa; y muchos de nosotros, estamos hoy vivos sólo gracias a la medicina moderna. Pero también
debemos tener claro que, cuando estemos
para morir, no será a causa de un fracaso médico, sino más bien porque nuestra
muerte es nuestro fin natural.
Además, aceptar la muerte de
esta manera no es algo negativo que nos quita la vida de deleite y gozo. Al
contrario, como os dirá alguien que alguna vez haya tenido una enfermedad que
le puso a las puertas de la muerte, enfrentarse a la muerte hace que todas
cosas de la vida sean más valiosas, puesto que ya no se dan más por supuestas.
Feliz y Dulce Día.
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