lunes, 5 de noviembre de 2018

Lunes 5 de noviembre de 2018.

“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien).

Por lo que parece, pues no he visto la salida del sol a las 07:33 horas y creo que tampoco veré como se esconde a las 17:56 horas, se me presenta un día gris, y la temperatura en mí balcón es de 12,9 grados.
Hace un momento que he terminado de leer lo que sucedió ayer en Alsasua y algunos comentarios, y no tengo más remedio que volver al problema que tenemos con la libertad de expresión y el que tendremos cuando se aprueben algunas de las leyes que se están anunciando.
Yo, cada día lo entiendo menos, uno puede insultar, blasfemar y decir lo que quiera siempre que los que nos gobiernan lo consideren correcto, sano, útil y provechoso. Esto no es libertad de expresión. Lo que ahora vivimos es una censura según la cual solo se puede hablar de lo que aquellos que nos gobiernan están de acuerdo.
Por ejemplo. Defecarse. Lo podemos hacer con la monarquía, con la religión (católica por supuesto) y con todo lo que nos plazca. Y parece que eso esta bien. Todos libres para decir lo que queramos. Viva la libertad de expresión. Pero decir algo a favor de Franco. Ah no, eso no. Eso prohibidísimo y con aviso de multas y en cuanto te descuides a juicio.
Otro ejemplo que me llama la atención; libertad es que una persona tiene derecho a ayuda psicológica para asumir su homosexualidad, transexualidad o lo que sea, pero si me la pide para superar esas tendencias y se la doy, me puede costar una denuncia.
Es lo que hay, una libertad que significa que o eres de los nuestros y piensas como yo, o multa.

Feliz y Dulce Día.

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