sábado, 3 de noviembre de 2018

Sábado 3 de noviembre de 2018.

“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien). 


Se nos presenta un día espectacular, por lo menos por lo que puedo adivinar en estos momentos, aunque tengo que decir que la temperatura es un poco más baja que la de ayer, 12,3 grados y el sol estará con nosotros desde las 07:31 horas hasta las 17:58 horas, el tiempo suficiente para poder disfrutar de un agradable sábado.
Hace algunas semanas comentaba que la civilización y el avance tecnológico son conceptos que nada tienen que ver entre sí; y que muchas veces, incluso, pueden ser contrarios, si el progreso material no se supedita a las necesidades de orden moral y espiritual que forman y sostienen una civilización.
Si sucede lo contrario, si el progreso se antepone a las necesidades morales y espirituales, consiguiendo arrinconarlas, o manteniéndolas escondidas, la decadencia de esa civilización ya ha comenzado. Es curioso que los hombres ignoren este hecho siglo tras siglo pensando que la civilización que los abriga está inmunizada contra el mal que a otras anteriores las corrompió, hasta aniquilarlas.
Casi todas las civilizaciones que han sucumbido lo han hecho en un momento que, aparentemente, era el de su mayor esplendor, un esplendor con pies de barro, sostenido sobre un progreso puramente material, pero muy seductor y aparente, tan seductor y aparente que provoca engreimiento en quien lo padece.
La base de toda sociedad debe ser ciertamente moral y sus raíces deben hundirse en una ética fuerte que las alimente, sino, le sucede como a una planta que se la arranca del suelo del que se alimentaba. Las civilizaciones siempre se marchitan y pudren cuando son arrancadas de la fuente de su alegría y vigor, que en último extremo es espiritual; pero, absurdamente, se piensa que se podrá suplir esa fuente de alegría y vigor mediante otros ídolos como el dinero. Pero el dinero es un alimento que no nos nutre, es un placebo que, tarde o temprano, revela su inoperancia ante las necesidades más sinceras y duraderas de la persona, que son de índole espiritual.
Entonces, lo que nos sucede es que “disparamos por elevación” y buscamos otro placebo más “intenso” y “estimulante” (más destructivo, en realidad). Como el drogadicto que hastiado de los paraísos artificiales de la marihuana buscará los paraísos artificiales de la heroína.
La decadencia siempre surge del cansancio provocado por un progreso material libre de exigencias morales. Ha ocurrido en todos los desastres de la Historia; está ocurriendo también en este, aunque nos neguemos a aceptarlo.

Feliz y Dulce Día.

No hay comentarios: