sábado, 24 de noviembre de 2018

Sábado 24 de noviembre de 2018.

“No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la democracia para hacer una revolución.” (G. K. Chesterton) 

Otro sábado por delante, desde las 07:54 horas hasta las 17:41 vamos a tener la compañía del sol, y la temperatura empieza ya a ser fresquita, ahora en mí balcón 11,3 grados, vamos poco a poco acercándonos al limite de los 10, que ya nos indicará para los pegolinos que hace frío.
Como la mayoría de las mañanas he terminado de mirar en los medios digitales lo que sucedió ayer y de lo que vamos a hablar hoy, y me preocupa la tendencia a hablar sin cesar de las cosas que tienen poco interesa. Si miráis un poco las noticias veréis que en el momento que alguien dice una visible estupidez, o una mentira patente, o un insulto sin venir a cuento, podemos estar seguro que vamos a asistir los próximos días a una incansable repetición, por escrito, en radios y televisiones, y a una larga serie de comentarios.
Le estamos dando una resonancia a sucesos que no merecerían que nadie se ocupase de ellos. Las expresiones de rencor, odio, exasperación o simple falta de inteligencia gozan del favor de la publicidad, que les confiere una realidad que por sí mismas no tienen. No estoy diciendo que tengamos que “dejar pasar” lo que es inaceptable o intolerante. Claro que no. Hay que dar a conocer lo que algunos dicen y cómo lo dicen para que conste y cada uno pueda reaccionar personalmente a ello; creo que esto es lo más importante.
Cuando lo que se dice es falso, hay que mostrar brevemente que es así, y pasar de largo, sin darle más vueltas. Si se trata de una injuria o una calumnia, hay que rechazarla con las menos palabras posibles y, en su caso, remitirla a los tribunales. La ignorancia o la necedad no merecen ni siquiera eso: basta con dejar que se hundan por su propio peso. Creo que perdemos demasiado tiempo y esfuerzo en ocuparnos de asuntos o personas que no lo merecen. Y como resulta que vamos escasos de tiempo y de esfuerzo dejamos de prestar atención a personas y noticias que nos reclaman imperiosamente y con urgencia. El ocuparse de minucias sin valor es hacer el juego a los que quieren precisamente que no se haga nada interesante.
Mí opinión es que nuestra sociedad es incomparablemente mejor que la que reflejan los medios de comunicación, que se ocupan mayoritariamente de lo que tiene poca importancia y muy poco valor.
Lo más curioso es que cada vez se ve más un desinterés por lo que podemos hacer en nuestra vida y con nuestra vida, y no debería de ser así, nuestro tiempo es limitado y por eso mismo lo tenemos que utilizar para elegir y decidir que pretendemos ser, por eso deben tener importancia las cosas de este mundo, y no perder el tiempo en cuestiones sin importancia. Por eso el mejoramiento de nuestra sociedad depende de lo que verdaderamente sean las personas, pero estamos asistiendo, en todo el mundo, a una pérdida de lo que verdaderamente las constituye y forma. Sobre eso debería fijarse la atención; lo demás se dará por añadidura.
Verdad y libertad son las dimensiones decisivas de nuestra vida. Ambas están amenazadas de mil formas, la mayoría de ellas disfrazadas y no fácilmente perceptibles. Son los dos criterios supremos para juzgar lo que pasa, lo que se hace y lo que se dice. Rara vez se tiene en cuenta.
Hay personas que son "incondicionables"; tienen "fijaciones", dan por supuesto lo que no es evidente ni tiene justificación; son partidarias de algo pase lo que pase, hágase lo que se haga; cuanto esto se intensifica, se llega al fanatismo. La mayoría de nosotros somos racionales, algunos incluso razonables; estamos abiertos a la verdad, la distinguimos de la falsedad; ejercemos nuestra libertad, sin renunciar nunca a ella. Esta es la gran diferencia entre los hombres, no las aparentes y convencionales que imponen algunos partidos políticos.
Creo que la mayoría de las personas pertenecen a esta segunda clase, mientras que las primeras son una serie de minorías, aparentemente opuestas, pero con una estructura común. Lo que pasa es que en nuestra época es muy frecuente que, a la inversa de otros tiempos, las minorías oprimen a las mayorías. El factor decisivo promueve esta  conducta es la "organización", que administra la publicidad y deforma las realidades. Por eso es importantísimo, y no demasiado fácil, el arte de no hacer caso.

Feliz y Dulce Día.

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