“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la
muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien).
El sol nos debería de alumbrar
desde las 07:43 horas, no lo hará directamente pero si atravesando las nubes,
lo que ya supondréis que para un mediterráneo no es lo mismo, y aguantar hasta
las 17:48 horas intuyéndolo hasta que de paso a la noche no es lo que se pueda
llamar un buen día.
Menos mal que me he enterado
ahora que nuestro amigo Carlos llegó el pasado lunes a esa cumbre donde se nos corona
con el cargo de ABUELO, y esto me alegrará el día, desde aquí; FELICIDADES.
No se si convertirse en abuelo
es un acontecimiento de una importancia tal para que podamos decir que nuestra
vida está cumplida, que hemos llegado ya a lo más lejos, no lo se, pero si no
lo es; ¿En qué momento de nuestras vidas decimos: “¡Esto es todo! ¡Esto es el
clímax! Nada que pueda hacer de ahora en adelante superará esto. He dado lo que
tengo que dar y he conseguido todo lo que podía conseguir”?
¿Cuándo podemos decir esto? Es
sin duda una pregunta interesante que talvez nunca nos hemos hecho y cuya
respuesta estoy seguro que variara en cada uno de nosotros, pero si lo pensáis
un poco no debería de ser así.
Echando una breve mirada a
nuestros místicos nos encontramos con que el místico medieval Juan de la Cruz nos
dice que alcanzamos este punto en nuestras vidas cuando hemos llegado a lo que
él llama “nuestro centro más profundo”. Pero él no concibe esto a la manera
como normalmente lo veríamos nosotros, esto es, como el centro más profundo de
nuestra alma. Más bien, para Juan, nuestro centro más profundo es el punto
óptimo de nuestro crecimiento humano, o sea, la madurez más profunda a la que
podemos llegar antes de que empecemos a morir.
Si esto es verdad, entonces,
para una flor, su centro más profundo, su punto más alto de crecimiento sería, no su florecimiento, sino
el acto de dar sus semillas cuando muere. Ese es el punto más alto de
crecimiento, su máximo logro.
Y, entonces, ¿Cuál es nuestro
punto más alto de crecimiento? Sospecho que nosotros tendemos a pensar esto cuando
conseguimos algún logro concreto y positivo en nuestras vidas. O bien, mirado
desde el punto de vista de la profundidad de significado, podríamos responder
diferentemente a la pregunta diciendo que nuestra mayor hazaña fue un
matrimonio lleno de vida, o ser un buen padre, o vivir una vida plena.
Pero, ¿Cuándo, como lo hace
una flor, entregamos nuestra semilla? ¿Cuándo se detiene nuestro vivir y empieza
nuestro morir? ¿Cuándo pasamos de estar en florecimiento a entregar nuestra
semilla? Superficialmente, por supuesto, es cuando nuestra salud, fuerza,
popularidad y atractivo empiezan a declinar y nosotros empezamos a
desvanecernos hasta llegar a la muerte.
Pero es posible que si dejamos
la superficie y bajamos a nuestro centro más profundo y observamos nuestro
desvanecimiento, encontremos, al igual que la flor que va más allá de su
belleza, algo que entregar de más valor que el atractivo de nuestro florecimiento,
es posible entregar algo más; ¿Tiene el hombre una semilla que entregar para
poder decir: ¡Esto es todo!?
Feliz y Dulce Día.
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