martes, 13 de noviembre de 2018

Martes 13 de noviembre de 2018.

“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien). 

Parece ser que hoy no vamos a tener un buen día, lo intuyo por las nubes que adivino, de momento no veré salir el sol a las 07:42 y es fácil que tampoco vea el ocaso a las 17:48 horas, al menos la temperatura se mantiene buena, ahora en mi balcón 17,7 grados.
Cada vez me sucede con más asiduidad, cuando termino de mirar la sección de internacional en los periódicos digitales, me digo que tengo mucha suerte de haber nacido en Europa.
Veo que en todo el mundo intentan imitarnos, es el modelo que todo el mundo trata de copiar, pero encuentro que tienen una dificultad, tienen un problema que consiste en que nuestra Europa no es producto de una casualidad, no ha surgido espontáneamente sino que es el resultado de una cultura, de una larga tradición, de una civilización que no surgió de la noche a la mañana.
La civilización occidental no ha surgido de la nada, ni, de manera repentina, sino de un muy largo proceso de crecimiento y maduración que viene de muy atrás si tenemos en cuenta a nuestros ancestros: fenicios, griegos, romanos, etc., con aportaciones árabes, como la numeración arábiga, o el antiquísimo y gran invento de la rueda, que los nativos de las Américas desconocían.
Si repasamos nuestro concepto de Europa nos daremos cuenta que tenemos una visión abstracta de una Europa conjunta, alabada sin meditar, y que esconde un desconocimiento de sus partes, de su múltiple realidad, de su riqueza interna. Se ensalza la totalidad de Europa prescindiendo de su nacimiento, de sus raíces, de los factores que, a lo largo de más de dos milenios, la han hecho posible.
Nos hemos detenido a pensar; ¿Qué significa en Europa su raíz helénica, la romana, el injerto cristiano, sobrevenido en cierto momento histórico? ¿Puede entenderse algo si no se tiene en cuenta lo que significó la división del Imperio Romano, la escisión de la gran unidad en dos direcciones, occidental y oriental, de tan largas consecuencias? ¿Hay alguna claridad sobre el ingrediente germánico de Europa y sus modos de presencia e incorporación? ¿No se olvida lo que significan otros componentes, de inmenso volumen, como el eslavo?
Tenemos que contestar a esas preguntas, hay que saber sus respuestas sin olvidarnos del papel de la romanización, y, lo que no es exactamente lo mismo, de la latinización, que ha sido decisivo en la constitución de Europa, pero me temo que son pocos los europeos que se dan cuenta de ello. Y, si esto se olvida, no es posible entender la Edad Media, ese larguísimo periodo en que se engendra plenamente Europa, con las aportaciones eslavas, escandinavas, bálticas, magyares, con las dos decisivas, y diferentes, irrupciones islámicas, la árabe y la turca, que hace de la época medieval un diálogo polémico entre la Cristiandad y el Islam.
Europa se ha volcado, para bien o para mal, sobre el resto del mundo. Si se hacen las cuentas, y no las trampas, que es lo que ahora está de moda, se ve que principalmente para bien: grandes porciones del mundo han tenido una vida que pueda llamarse humana y relativamente vividera por influjo de Europa, ni antes ni después.
La gran creación de Europa, su máximo honor, es lo que llamamos Occidente. Su nacimiento y consolidación ha sido desigual, y es menester tenerlo presente. En América se hablan, con abrumadora mayoría, tres lenguas: el español, el inglés y el portugués. Esto es un hecho, de tal magnitud que resulta estructural.
Pero las cosas no terminan aquí. El mundo actual, que no es occidental en su conjunto, está ampliamente "occidentalizado": los principios de Occidente tienen vigencia parcial en el mundo entero; lo grave es que esa vigencia es parcial, con gran frecuencia sin raíces y sin justificación.
Estamos empeñados en la construcción de una Europa unida. Creo que no es posible hacerlo de manera fecunda si se desconoce todo lo que me he limitado a nombrar. Pero hay algo todavía más urgente: recordar que se es europeo de diversas maneras, que hay formas de Europa, que cada uno tiene que vivir el conjunto desde la perspectiva propia, porque es la única que permite una visión real, no ficticia, con riqueza, relieve, verdadero contenido. Y, por añadidura, la que no tolera la falsificación.
Pienso que valdría la pena intentarlo, aunque fuese con fuerzas muy limitadas. Si cada europeo ávido de lucidez e incapaz de engañarse hiciera un modesto esfuerzo.

Feliz y Dulce Día.

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