“La imparcialidad es un nombre pomposo para
la indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K.
Chesterton)
Buenos
Días: A las 08:18 horas comienza el sol su jornada y la terminará a las 17:45 horas
y lo hará mientras algunos celebran la festividad de san Juan, el evangelista
no el bautista.
Al
no verme favorecido por la suerte en el sorteo de Navidad creo que puedo criticar
un poco a la lotería y lo voy a hacer aun sabiendo que volveré a jugar un poco
en la lotería del Niño. Siempre se ha dicho que una de las cosas que nos
caracteriza a los pobres es la lotería. Si alguna superstición tenemos, la lotería
sería la más lamentable, es colocar al hombre ante su máxima mediocridad, es
colocar la esperanza bajo mínimos y no querer alcanzar un mundo mejor.
Si
nos detenemos por un instante a analizar un poco el fenómeno de la lotería nos
daremos cuenta que nuestra ilusión por conseguir un mundo y una sociedad mejor
hay que ponerla en el esfuerzo, en la tenacidad y en el trabajo bien hecho. Es
así, nuestra ilusión hay que colocarla en la ternura y en la belleza. Que el
dinero nos toque en un sorteo nunca será una ilusión para una persona sensata.
Si
hubiéramos estado igual de atentos el domingo de las elecciones, a la hora de depositar
nuestro voto, de lo pendientes que estuvimos el domingo pasado de los bombos,
tal vez ahora tendríamos la expectativa de un gobierno razonable y estable. No
os resulta conmovedor que nos comportemos como auténticos irresponsables y
luego fiarlo todo a un sorteo.
Que
el sorteo de la Lotería Nacional sea uno de los acontecimientos mediáticos de
España indica lo mucho que como nación tenemos que mejorar, lo mucho que como
individuos necesitamos centrarnos en nuestro cometido, en nuestra misión, en
nuestro rumbo.
Lo
curioso es que lo sabemos, somos conscientes que es el talento, y no el azar,
lo que hace que la Humanidad sobreviva a todos sus problemas y a todas sus
dificultades. En cada décimo que he comprado y que compraré hay un fragmento de
mediocridad, que tendría que avergonzarme.
Lo
sé, soy consciente, sé que después de todo lo anterior se esperaría que
continuara con una acusación contra el materialismo, contra la aspiración de
ganar dinero, contra el deseo de huir de nuestra realidad… pero lo cierto es
que sería un hipócrita si continuara por ese camino, porque comprendo
perfectamente a la gente que se ilusiona con la lotería. No se sienten satisfechos
y están deseando que algo cambie en sus vidas para mejor. Desean un beneficio imprevisto,
inesperado. Quieren algo que les permita soñar que mañana será diferente de
ayer, algo nuevo que no sea la rutina gris de todos los días. ¿Es que eso es
algo malo?
Porque
el problema de la lotería no está en que la gente sueñe con algo diferente,
nuevo y mejor o en que deseen recibir un gran premio sin haberlo merecido. Ni
tampoco es un problema que la lotería no toque prácticamente nunca. El problema
es que, incluso cuando finalmente toca, no cambia nada: después de la emoción
de los primeros días, la insatisfacción, el deseo de mejorar y de tener más
continúan con la misma fuerza. Las personas que conozco que tienen dinero tienen
los mismos problemas que los demás, los mismos sufrimientos, la misma
insatisfacción, los mismos deseos que no se sacian con nada. Quizá soñaron que,
cuando tuviesen mucho dinero, las cosas serían estupendas, pero enseguida
vieron que sus deseos no se cumplían.
Lo
preocupante es el sueño convertido en fiebre o el confundir la esperanza con la
suerte. O, lo que es peor, volcarse en las loterías del dinero y olvidarse de
todas esas otras loterías con premios mucho más suculentos y seguros.
La
lotería de vivir, por ejemplo. Esa nos toca a todos desde aquel día en que empezamos
a existir. Vivir bien es estupendo, pero a mi me parece más maravilloso el
simple hecho de vivir. El día de nuestro nacimiento nos tocó el «gordo»,
salimos de la pobreza absoluta de la nada y entramos en la maravilla del tiempo
y de la sangre. Lo absurdo es que haya gente que ruede por el mundo sin haberse
molestado en consultar la lista de esa lotería de vivir para comprobar que allí
está su nombre y apellidos.
Tal
vez por esto en el Padrenuestro, los cristianos decimos; "Danos hoy
nuestro pan de cada día", y no pedimos pan para el resto de nuestros días.
El problema está que los hombres no nos conformamos con el pan de cada día, queremos
también el de la semana que viene. Y además del pan de la semana que vienen
también queremos todos los añadidos que acostumbran acompañar nuestra vida
moderna.
En
fin, ya nos ha tocado la lotería, la lotería de vivir.
Feliz
Día.
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