"Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero
sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Buenos
Días Amigos Míos: Parece ser que hoy si que vamos a poder ver el sol durante
algunas horas desde las 08:14 horas hasta las 17:41, y que podremos celebrar la
festividad de Nuestra Señora de la Esperanza con un esplendido día.
Es
obvio, estoy casi seguro, que la inmensa mayoría de nosotros conocemos la
diferencia que existe entre la caridad y la justicia. Pero a pesar de ello, lo
recordaré rápidamente. La caridad es dar algo nuestro, ya sea nuestro tiempo, o
nuestra energía o recursos con el propósito de ayudar a otros que se encuentran
en necesidad. O sea, lo que viene siendo tener un buen corazón. La justicia,
por otra parte, trata menos de regalar algo directamente y más de procurar
cambiar las condiciones y sistemas que sitúan a otros en necesidad.
La
diferencia parece clara, pero a pesar de ello quiero poner un ejemplo que todos
conocemos pues lo vivimos casi todos los días con la inmigración que nos llega en
pateras a nuestras playas. Supongamos que vivimos en una ciudad a la orilla de
ese mar y todos los días nos encontramos con personas que llegan a nuestra
playa, atendemos y socorremos a los vivos y enterramos respetuosamente a los
muertos. Llevamos haciendo esto desde hace años, de buen corazón; pero, a través
de todos esos años, ninguno de nosotros ha cruzado nunca ese mar para ver por
qué hay cada día más pateras que nos llegan con personas en malas condiciones. Somos
personas de buen corazón y caritativos, pero esa caridad y ese buen corazón no
está cambiando la situación que esta haciendo que diariamente sigan llegando.
Otra
cosa, es posible, que yo y mis vecinos no seamos ni remotamente conscientes de
que nuestra manera de vivir, aparentemente desconectada del todo de los inmigrantes
que atendemos diariamente, podría está contribuyendo de hecho a la causa de
esas vidas y sueños perdidos; y que, de buen corazón como somos, podemos ser cómplices
de algo que está perjudicando a otros, incluso mientras ello nos está proporcionando
los recursos y medios para ser caritativos.
El
ejemplo anterior no quiere mostrar que no debemos ser caritativos y de buen
corazón. La caridad de uno a uno es lo que se requiere de nosotros, como
humanos y como personas de bien. La lección que tenemos que aprender es que ser
de buen corazón no basta. Es un comienzo, bueno en sí, pero nos debemos exigir más.
Sospecho
que la mayoría de nosotros ya sabe esto, pero quizás somos menos conscientes de
algo menos obvio, a saber, que nuestra verdadera generosidad podría estar contribuyendo
a una ceguera que nos permite apoyar (y votar) sistemas políticos, económicos y
culturales concretos que tienen la culpa de los cuerpos heridos y muertos que estamos
atendiendo en nuestra caridad.
La
caridad, maravillosa como es, no es aún justicia; un buen corazón, maravilloso
como es, no es aún la buena política que sirve a los menos privilegiados; y la
filantropía, maravillosa como es, puede hacernos confundir la caridad que
estamos haciendo con la justicia que se nos pide.
Cuando
vemos claramente la violación de los derechos de otra persona, una injusticia directa,
nos desconcertamos, pero la injusticia y el responsable son obvios. Vemos que
algo está equivocado y podemos ver quién es el culpable. Pero, y esto es su punto
principal, cuando vivimos con sistemas injustos que violan a otros, nosotros podemos
estar ciegos a nuestra propia complicidad porque podemos sentirnos bien con
nosotros mismos, ya que nuestra caridad está ayudando a aquellos que han sido
violados.
Por
ejemplo: Imaginaos que yo soy un hombre de buen corazón que siente una genuina
simpatía por los sin techo de mi ciudad. Como se acerca el tiempo de Navidad,
hago una gran donación de comida y dinero al banco local de alimentos. Mi
caridad aquí es admirable, y no puedo menos que sentirme bien de lo que hice.
¡Y lo que hice fue una cosa buena! Pero después, cuando apoyo a un político o
una política que privilegia a los ricos y es desfavorable a los pobres, no
puedo pensar que estoy haciendo mi parte justa y que tengo un corazón que se
inclina hacia los pobres, mientras mi voto ayuda a asegurar que habrá siempre
gente sin techo que alimentar el día de Navidad.
Pocas
virtudes son tan importantes para la persona como la caridad. Es señal de un
buen corazón. Pero el merecido buen sentimiento que tenemos cuando damos de nosotros
mismos caritativamente no debería estar confundido con el falso sentimiento de
que en realidad estamos haciendo nuestra parte.
Feliz
Día.
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