"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Buenos
Días: Parece que vamos a disfrutar del sol, desde las 08:15 horas hasta las 17:41,
y lo vamos a hacer en este día que celebramos a san Dario.
Durante
toda la vida he ido acumulando una inmensa gratitud a muchas personas, que me
dieron, o me siguen dando, lo que me permite vivir decorosamente, hacer la
mayoría de las cosas que tienen algún valor y, sobre todo, ser feliz en grandes
temporadas de mi vida o conseguir algunos momentos de felicidad cuando aquello
ha de dejado de ser posible. Siempre he tenido esto presente, y cuando he
recordado y contado algo de mi vida he ido señalando en la medida en que podía
hacerse esa larga serie de deudas.
De
personas bien nacidas es ser agradecidas. Lo hemos oído muchas veces y también
lo habremos dicho, también sabemos que de todos los sentimientos que tenemos la
gratitud es el más efímero de todos. Y no deja de haber algo cierto en ello. El
saber agradecer es un valor en el que pocas veces se piensa.
Para
muchos de nosotros es fácil dar las “gracias” por los pequeños servicios que
recibimos a diario. Pero no siempre es así.
Ser
agradecido es más que saber pronunciar unas palabras de forma mecánica, la
gratitud es aquella actitud de aprecio a lo que alguien ha hecho de más por nosotros.
La
gratitud no significa “devolver el favor”: si alguien me sirve una taza de café
no significa que después debo servir a la misma persona una taza y quedar
iguales… El agradecimiento no es pagar una deuda, es reconocer la generosidad de
las personas.
La
persona agradecida busca tener otras atenciones con las personas, no pensando
en “pagar” por el beneficio recibido, sino en devolver la muestra de afecto o
cuidado que tuvo.
Pero
la gratitud, en su sentido más profundo, es diferente, significa vivir la vida
como un regalo que se ha de recibir con agradecimiento. La gratitud a la que me
refiero es la que abarca “toda” la vida: lo bueno y lo malo, lo alegre y lo
doloroso. ¿Es esto posible hoy en día donde la alegría y la tristeza, el gozo y
el sufrimiento, la paz y el conflicto permanecen radicalmente separados? ¿Podemos
hacer frente a las numerosas consignas que nos dicen: “No puedes ser alegre
cuando estás triste; por eso, sé feliz: haz aquello, ven aquí, ve allá… y tendrás
un momento de felicidad en el que puedes olvidar tu sufrimiento”? ¿Es realmente
posible abrazar con gratitud toda nuestra vida y no sólo las cosas buenas que
nos gusta recordar?
Si
lo pensamos bien nos daremos cuenta que la alegría y la tristeza no están nunca
separadas, que el gozo y el sufrimiento están muy unidos, por esta razón la verdadera
gratitud es la que abarca todos los momentos que hemos vivido. Sabemos que después
de la tormenta viene la calma por eso se puede agradecer a la tormenta que nos
traiga la calma.
Nos
resulta muy fácil poner los recuerdos malos bajo la alfombra de nuestras vidas
y pensar sólo en las cosas buenas que nos agradan. Pero, si lo hacemos, impedimos
que podamos descubrir lo bueno que subyace en la tormenta, la alegría que subyace
a la pena, la paz que se encuentra escondida en medio de mis conflictos y la
fuerza que sin duda se esconde en medio de mi debilidad.
Feliz
Día.
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