"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Amigos
míos; Buenos Días, hoy santa Adelaida, con un sol que nos acompañará desde las 08:13
horas hasta las 17:40.
Este
fin de semana me he podido dar cuenta de que a pesar de que consideramos la
coherencia como uno de los valores que poseen más valor a la hora de estimar a
las personas, cada vez se tiene menos en cuenta, y, tal vez se deba a que no
tenemos claro cual es la coherencia que vale y cual no.
Si
un hombre defiende que algunas personas son “inferiores” y otros “superiores”.
Si actúa coherentemente con esa idea, las consecuencias pueden ser desastrosas
si alcanza el poder.
Un
político que durante la campaña electoral provoca a los oyentes al sostener que
cortará las manos a los ladrones. Si vence en las elecciones y es coherente…
No
hay que tener dudas al pensar que la coherencia de las personas nos facilita
mucho las relaciones entre nosotros y que en cambio cuando nos encontramos ante
alguien incoherente no sabemos ni cómo actuará dentro de unas horas ni cómo
deberemos tratarle el día de mañana.
Pero
claro, la coherencia adquiere su sentido justo sólo cuando se trata de una coherencia
sana, basada en principios correctos y comportamientos que estén ajustados a
los mismos.
Por
lo tanto, somos coherentes cuando, al actuar, nuestra voluntad está de acuerdo
con nuestro entendimiento; cuando nuestros actos están de acuerdo con nuestros
principios; cuando nuestras palabras van de acuerdo con la verdad.
Un
político coherente intentará llevar a cabo aquellos programas prometidos a sus
votantes. Un político incoherente no realiza lo que había ofrecido a la gente
como proyecto electoral. Todos nos damos cuenta de que la coherencia en
política resulta difícil. En parte, porque hay políticos que dicen defender lo
que en realidad saben imposible. En parte, porque una cosa son los proyectos
ideales y otra muy distinta la realidad vista al recibir un encargo concreto.
Que
sepa de las dificultades que existen en política para ser coherentes no quita
que exija que lo que se haya prometido durante la campaña electoral sea
respetado en el parlamento, en el gobierno o en otras instancias de poder.
En
fin, es complicado ser coherente si no se tienen unos principios dignos, y es
aquí donde comienzan las dificultades, pero hay que intentarlo, pues sin tener
coherencia no vamos a poder cumplir con muchas de nuestras obligaciones, no
vamos a poder ser honestos y responsables; y estos son valores que son indispensables
para ser sinceros y por lo tanto confiables.
Ya
se que muchas veces nuestra coherencia nos hace ser muy susceptibles a la influencia
de las personas y lugares a los que asistimos; por temor callamos, evitamos
contradecir la opinión equivocada, o definitivamente hacemos lo posible por
comportarnos según el ambiente para no quedar mal ante nadie. No es posible muchas
veces ser coherente si somos incapaces de defender los principios por lo que se
rige nuestra vida. Lo mejor es mantenerse firme, aún a costa del cargo, opinión
o amistad que aparentemente está en juego.
¿Por
qué callar? ¿Por qué no defender mis convicciones y lo que representa la razón mi
vida? Si me siento incomodo y avergonzado por lo que se dice o se hace. No se
trata aquí de discutir sobre el motivo del diálogo, sino de la actitud, de la
pasividad con que me enfrento a los temas álgidos, los importantes y los superfluos.
¿De cuántas cosas me avergüenzo sabiendo que son correctas?
La
verdad es que hay que ser muy valiente para superar el miedo a ser señalado
como un extraño, anticuado o retrógrado, y además nos encontramos con el riesgo
de que por ser coherentes adoptemos una actitud que se puede traducir en un soy
como soy y así pienso. Efectivamente, la coherencia exige esa firmeza y
postura, pero se necesita un criterio bien formado para no caer en la
obstinación.
Es
complicado en estas fiestas que se acercan acudir a cenas y conmemoraciones y
ser coherentes, por lo tanto, siempre debemos ser conscientes que la coherencia
hasta cierto punto es flexible. Por una parte es aprender a callar y ceder en
las cosas sin importancia; pero en circunstancias en las que se tocan temas
trascendentes se tiene la obligación de enfrentar la situación para evitar un
daño a los derechos de los que no están presentes. Este es el motivo por el
cual, el ejercicio de la prudencia es determinante, para saber actuar acertadamente
en cualquier circunstancia.
En
fin, en estas fiestas, intentaré evitar discusiones y enfrentamientos por cosas
sin importancia. Si hay algo que defender o aclarar, procuraré no perder la cordura.
Serenidad, cortesía y comprensión.
Feliz
Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario