"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Muy
Buenos Días: hoy, que parece ser que no vamos a poder disfrutar de “nuestro sol”,
es momento al menos de celebrar la festividad de santa Yolanda y felicitar a
todas las Yolandas que conozcamos.
En
estos días, que nos acercan a la Navidad, me estoy dando cuenta que muchas
personas saben poco de la esperanza. Sabemos sobre deseos. Si miramos a nuestro
alrededor, rápidamente, nos daremos cuenta. Quiero esto; desearía aquello… Queremos
cosas muy concretas: un juguete, un móvil… La gran mayoría son peticiones muy específicas.
La esperanza no tiene nada que ver con el optimismo. Lo piensa mucha gente,
piensan que la esperanza es el optimismo, el mirar el lado positivo de la vida.
No se trata de pensar que llegará un día en que todo será maravilloso. Los
problemas, las enfermedades, los desastres no van a desaparecer, la esperanza
significa que vamos a poder superar todos los problemas, todas las cosas malas.
Se pueden vencer las cosas malas, se puede vencer el mal. Ésta es la fuerza de
la esperanza.
Por
eso se dice tanto que es lo último que se pierde. De aquí que resulte esencial para
nuestras vidas, no podemos vivir sin esperanza. Hay que tener una finalidad en
la vida, un sentido para nuestra existencia. Tenemos que aspirar a algo. Sin
esperanza, comenzamos a morir.
Por
tanto, la esperanza nos ayudará en nuestro camino dándonos la fuerza que,
necesariamente, nos ha de empujar hacia delante, ayudándonos a soportar los
momentos de problemas por los que pasemos.
Llegados
a este punto, como ya supondréis la “cosa” se complica, pues bien podemos
preguntarnos, entonces, de quién viene la esperanza, cuál es el origen de la
misma. A esta pregunta, ya intentaremos responder en otra ocasión, aunque ya es
interesante que nos la formulemos.
Así,
lo que nos “facilita” la esperanza es, nada más y nada menos, que no dejemos de
ver qué es lo que, en realidad queremos, nos ayuda a encontrar lo que nos ayuda
en la persecución de tal fin, de ahí el tener claro cual es el fin que
anhelamos.
Por
todo lo dicho, a la esperanza hay que prestarle una atención particular, sobre
todo en estos días, en el que muchas personas se debaten entre la ilusión y el
mito de conseguir una felicidad rápidamente, y por lo tanto pasajera, y la tentación
del pesimismo al sufrir frecuentes decepciones y derrotas.
Sin
embargo, en estos tiempos no basta con despertar la esperanza en la interior de
nosotros; es preciso hacer ese camino todos juntos.
Feliz
Día.
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