"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Buenos
Días: San Dámaso, Papa, es el encargado de ser homenajeado en este día, en que
el sol saldrá a las 08:09 horas y se apartará a las 17:39 horas, en otro día
que será espléndido.
Estamos
en plena ronda de encuentros y negociaciones para formar gobierno, y me estoy
dando cuenta del lío en que nos hemos metido; ¡Qué fácil es y qué barato sale ondear
la bandera del eterno mito de la libertad!
Mi
exclamación tiene como motivo que nos estamos olvidando que no todo lo que es
legal es ético y mucho menos moral. Claro que intentar, viendo el panorama, incorporar
la moralidad a la política, hasta ahora, ha sido una utopía tan imposible de alcanzar,
como la de unir el agua y el aceite.
Empiezo
a pensar que quienes concibieron la actual Ley Electoral cometieron un error al
considerar como legales los pactos postelectorales, pues adultera los programas
de los partidos políticos que nos presentaron para que les votasemos, por lo
que vulnera claramente la voluntad popular. Creo que los que votamos sabríamos
mejor a qué atenernos si los pactos se hiciesen previamente y los partidos se
hubieran presentado en coalición. De este modo, no nos encontraríamos con el
fraude de que en la campaña electoral nos ofrecen “liebre”, cuando lo que en
realidad, lo que luego nos dan, es "gato".
Pienso
que se debería de tener en cuenta que cuando no se ha obtenido una mayoría suficiente
para ejercer una acción de gobierno estable, sería mucho más honesto proceder a
celebrar una segunda vuelta entre los dos partidos más votados en cada circunscripción,
lo que daría lugar a poder rectificar y ejercer un segundo voto mucho más ponderado
y reflexivo. Lo contrario, tengo para mí que es un flagrante fraude electoral,
que posibilita someter dichos pactos a todo tipo de intereses partidistas y personales.
Lo
que ha pasado con mi voto es que se ha convertido en un cheque en blanco que los
partidos políticos lo están utilizando como un aval de sus ambiciones, de sus
delirios, de sus sectarismos e incluso de revanchas personales. Estaría bien
reformar la Ley Electoral de forma que se eviten los legales pero escandalosos
cambalaches que estamos viendo para formar gobierno, y así, los deseos de los
que votamos estarían más claros, serian más respetados y no estarían
desvirtuados.
No
tenemos gobierno aún, y estamos viendo como en las negociaciones los partidos más
extremistas, los que están claramente en contra de lo que les ha permitido
presentarse a las elecciones, son los que están poniendo las reglas de juego para
empezar la legislatura, y para una democracia esto es profundamente
preocupante.
Las
elecciones son procesos lo suficientemente comprometidos y delicados como para
no jugar con fantasías, sino por el contrario, hacernos meditar sobre el problema
que tuvimos en nuestro reciente pasado, que cada vez se parece más al de hoy y
que esperemos no sea también el de mañana.
Feliz
Día.
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