sábado, 12 de enero de 2019

Sábado 12 de enero de 2019.

“Tener derecho a hacer algo no es para nada igual a tener razón al hacerlo”. (G. K. Chesterton).

Vuelve a hacer frío, ahora en mi balcón 5,5 grados, y espero, que igual que ayer el sol solucione un poco esta sensación de que no me encuentro en Pego, aunque me tendré que esperar hasta las 08:19 horas para que el sol empiece a calentar hasta las 18:00 horas.
Después de haber escuchado, hace un momento, un comentario sobre la inmigración creo que tengo que volver a dar mi opinión sobre el tema pues veo que hay dos posturas ampliamente extendidas sobre la cuestión de los inmigrantes.  
Hay una postura que me atrevería a definir como racista y otra más integradora que se podría calificar como de bienhechora. La primera postura ve el fenómeno de la inmigración como algo que produce inseguridad y que va en contra de los intereses nacionales y que me parece que es egoísta, pues no tiene en cuenta la dignidad de la persona que se encuentra en una situación de especial indefensión. La postura más integradora, que por cierto esta muy extendida entre los que no les afecta el problema de cerca, o bien por personas de buena voluntad que pecan de un poco de ingenuidad, y que esta dominada por un relativismo cultural que les impide ver, por ejemplo, el problema de la inmigración irregular y desordenada.  
Me gustaría que viésemos también en la inmigración un intercambio cultural que siempre será una fuente de riqueza y un encuentro entre diferentes culturas como ha sucedido siempre en la historia. Pero, para que esto efectivamente suceda así y no se desarrolle de un modo contraproducente y acabe convirtiéndose en un choque de civilizaciones es necesario ser consciente de nuestra propia identidad.
Una identidad que no debe ser entendida como exclusivista. Lo que nos sucede a la mayoría de nosotros es que hemos renunciado a nuestra tradición y eso nos hace muy difícil poder mostrar nuestra hipótesis cultural al que viene de otro sitio. Al final se impone la mentalidad de que todas las culturas son iguales. Por lo que no puedo aprender que de bueno y bello tiene que ofrecerme el extranjero y que de bueno y bello tengo que ofrecerle yo. Este es el problema.
Entonces ¿Cuál es el camino para una integración verdadera? El camino adecuado y posible es nuestro testimonio. Nuestra identidad, expresada en el testimonio, es precisamente la que hace posible el encuentro con el inmigrante.
Muchos de los brotes racistas, a mi juicio, tienen su origen paradójicamente en una falta de identidad. El relativismo cultural lleva a una indiferencia que es fuente de violencia.
La inmigración ilegal es un problema que a corto plazo es posible que no tenga solución si va aumentando de forma desmesurada pero a largo plazo pasa por solucionar los problemas de los países de origen, pero esto también presenta un dilema y es que la ayuda a estos países puede ser dinero tirado a la basura en algunos casos debido a la inestabilidad política, guerras e incluso altos grados de corrupción en sus gobiernos.
Lo que me lleva a la conclusión que aunque también se pueda colaborar con ellos si sus gobiernos ofrecen un mínimo de garantías la mejor opción es potenciar el trabajo de las ONGs que es un ejemplo de subsidiariedad. Por dos razones, porque seguramente sea un dinero mejor invertido y porque de lo que se trata no es simplemente de poner un dinero y problema solucionado sino que es necesario favorecer el desarrollo de la persona. El dinero no vale para nada si no hay una persona receptora detrás que quiere construir por eso es importante el acompañamiento.
Tenemos que responder a estas preguntas; ¿Tenemos un lugar que ofrecer al que viene de fuera sin riesgo de perder nuestra propia identidad? ¿Podemos ver y valorar a esa persona por su dignidad sin miedo a confrontarnos culturalmente con él?

Feliz y Dulce Día.

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