“Tener derecho a hacer algo no es para nada igual a
tener razón al hacerlo”. (G. K. Chesterton).
Parece que hoy vamos a tener un buen día de
invierno, con un sol que nos ayudará con su calor desde las 08:13 horas hasta
las 18:13 horas y una temperatura que no será demasiado baja, ahora en mi
balcón 14,5 grados.
Ayer fue una jornada tranquila, de relax, en la que
me dedique a recuperarme de un resfriado que de ninguna de las maneras tenía que haber cogido, en este caso la experiencia no me sirvio de mucho. Creo que
tengo sobrevalorada mi experiencia, y pienso que es hora de ir poniéndola en el
lugar que le corresponde.
La experiencia adquirida durante años no puede ser
la fuente principal ni la más profunda del conocimiento, es necesario volver a
valorar la importancia de la sabiduría. Ya se que la experiencia nos da
sabiduría pero no es su única fuente, pues muchas veces la experiencia nos
aleja de la realidad, que vivimos tan centrados en nuestras propias experiencias
que nos creemos que todas las cosas funcionan de esa forma.
Una de las cosas más incómodas que nos muestra
nuestra experiencia es que podemos haber experimentado muchas cosas, haber
vivido intensamente y, sin embargo sabemos que siempre nos faltará algo, cuanto
más grande es lo que hemos conseguido más de manifiesto se pone que todavía eso
no es.
Cuando esa sensación la hemos experimentado muchas
veces podemos llegar a pensar que: nada me puede llenar. Y nos estrellamos con
la inconsistencia de las cosas y nos decepcionamos. Es entonces necesario que
nos demos cuenta de que nuestra experiencia es solo un conocimiento que no
abarca toda la realidad, pues nuestra realidad es trascendente.
Que nuestra realidad es trascendente, complicado
verdad, pero nos sucede que nuestra realidad va más allá de los límites que
conocemos, siempre estamos insatisfechos de lo que tenemos y no sabemos lo que anhelamos,
pero no podemos parar de buscarlo.
Lo incómodo de estar siempre aguardando alcanzar algún
día la satisfacción plena es que, hasta que la tengamos, nos está produciendo
muchos vacíos y muchas insatisfacciones. Y la insatisfacción, lejos de ser considerada
como nuestra enemiga, la debemos de considerar como una amiga que nos acompaña
cada día de la vida para recordarnos que ni las cosas ni las personas son la
plenitud de la vida, sino que la vida plena nos debe estar esperando al final
de nuestro camino.
Incluso las experiencias buenas, incomparables,
épicas, son efímeras, y sí, van construyendo nuestro presente y hay que
aprovecharlas con agradecimiento, pero – al igual que todo en esta vida- son
símbolos de una realidad más grande.
Nos puede llevar muchos años, pero un día uno dice:
es verdad, esta vida pasa, yo paso. Lleva toda la vida darnos cuenta de que nuestro
gran objetivo está por venir, más, eso ya lo sabíamos hace mucho tiempo.
Feliz y Dulce Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario