jueves, 24 de enero de 2019

Jueves 24 de enero de 2019.

“Tener derecho a hacer algo no es para nada igual a tener razón al hacerlo”. (G. K. Chesterton). 

Parece que hoy vamos a tener un buen día de invierno, con un sol que nos ayudará con su calor desde las 08:13 horas hasta las 18:13 horas y una temperatura que no será demasiado baja, ahora en mi balcón 14,5 grados.
Ayer fue una jornada tranquila, de relax, en la que me dedique a recuperarme de un resfriado que de ninguna de las maneras tenía que haber cogido, en este caso la experiencia no me sirvio de mucho. Creo que tengo sobrevalorada mi experiencia, y pienso que es hora de ir poniéndola en el lugar que le corresponde.
La experiencia adquirida durante años no puede ser la fuente principal ni la más profunda del conocimiento, es necesario volver a valorar la importancia de la sabiduría. Ya se que la experiencia nos da sabiduría pero no es su única fuente, pues muchas veces la experiencia nos aleja de la realidad, que vivimos tan centrados en nuestras propias experiencias que nos creemos que todas las cosas funcionan de esa forma.
Una de las cosas más incómodas que nos muestra nuestra experiencia es que podemos haber experimentado muchas cosas, haber vivido intensamente y, sin embargo sabemos que siempre nos faltará algo, cuanto más grande es lo que hemos conseguido más de manifiesto se pone que todavía eso no es.
Cuando esa sensación la hemos experimentado muchas veces podemos llegar a pensar que: nada me puede llenar. Y nos estrellamos con la inconsistencia de las cosas y nos decepcionamos. Es entonces necesario que nos demos cuenta de que nuestra experiencia es solo un conocimiento que no abarca toda la realidad, pues nuestra realidad es trascendente.
Que nuestra realidad es trascendente, complicado verdad, pero nos sucede que nuestra realidad va más allá de los límites que conocemos, siempre estamos insatisfechos de lo que tenemos y no sabemos lo que anhelamos, pero no podemos parar de buscarlo.
Lo incómodo de estar siempre aguardando alcanzar algún día la satisfacción plena es que, hasta que la tengamos, nos está produciendo muchos vacíos y muchas insatisfacciones. Y la insatisfacción, lejos de ser considerada como nuestra enemiga, la debemos de considerar como una amiga que nos acompaña cada día de la vida para recordarnos que ni las cosas ni las personas son la plenitud de la vida, sino que la vida plena nos debe estar esperando al final de nuestro camino.
Incluso las experiencias buenas, incomparables, épicas, son efímeras, y sí, van construyendo nuestro presente y hay que aprovecharlas con agradecimiento, pero – al igual que todo en esta vida- son símbolos de una realidad más grande.
Nos puede llevar muchos años, pero un día uno dice: es verdad, esta vida pasa, yo paso. Lleva toda la vida darnos cuenta de que nuestro gran objetivo está por venir, más, eso ya lo sabíamos hace mucho tiempo.

Feliz y Dulce Día.

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