“Tener
derecho a hacer algo no es para nada igual a tener razón al hacerlo”. (G.
K. Chesterton).
Ayer por la noche abrí el último regalo de estas
Navidades, un regalo que tenía olvidado, se quedó escondido en la primera silla
de la entrada del piso, debajo del abrigo, lo abrí y eran unos calcetines, y comprendí
que tal vez me equivoque con todos los regalos que hice estas fiestas. Y ahora
mientras espero que el sol salga a las 08:19 horas me ha dado por pensar en ese
chasquido que sentí al mirar los calcetines.
Lo importante no son los calcetines, ni siquiera he
mirado si son de mi talla, lo importante no es el regalo es el acto de regalar,
este concepto estoy seguro que no nos es extraño, lo habremos escuchado alguna
vez y es probable que estemos de acuerdo con él, pero, ¿por qué es tan difícil
vivirlo?
Personalmente me atrevería a decir que muchos de
nosotros hemos perdido la brújula. Ya no sabemos de qué se trata todo esto de los
regalos en Navidad. Lo grave es que, aun sabiendo (pero tal vez no entendiendo
su significado), decidimos simplemente ignorarlo porque nos resulta más fácil
conseguir un regalo bonito que nos haga quedar bien, que dar un poco de nosotros
en ese regalo.
Esos calcetines no son es el pago de un salario por
un trabajo que he realizado, es otra cosa, no es importante que un regalo sea
caro o no, lo importante es que lleve algo de la persona que lo regala.
Lo he dicho alguna vez, regalar es un arte, pero
dejarse regalar también lo es. Quien, cuando recibe un regalo, es incapaz de
imaginar las prolongadas y pacientes reflexiones de quien hace el
regalo, no sabrá agradecerlo como merece.
Este calcetín es doblemente excitante por lo
inesperado. Cuando era un niño recuerdo que no encontraba nada más emocionante
que abrir un regalo. Descubrir que era algo que quería, a veces sin saberlo, me
llenaba luego de mucha alegría. Pero cuando el regalo no lo necesita, la
alegría simplemente no llegaba. Pero ahora con la edad me he dado cuenta que lo
mejor de un regalo nada tiene que ver con ese paquete que está delante de mi.
Es
recibir las gracias por algo que estoy seguro que no merezco y que por lo tanto
no debería de poseer, pero que voy a guardar no como un recuerdo sino como un
certificado que me demuestra que existen grandes personas.
Feliz y Dulce Día.
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