jueves, 3 de enero de 2019

Jueves 3 de enero de 2019.

Tener derecho a hacer algo no es para nada igual a tener razón al hacerlo”. (G. K. Chesterton).

Ayer por la tarde, me tomaba un café con amigos mucho más jóvenes y sentí que mi forma de sacar conclusiones variaba, y no era por la diferencia de años, si no por cómo procesamos los conocimientos que todos los días vamos adquiriendo. Antes de continuar os tengo que decir que el sol ha salido a las 08:20 horas y estará con nosotros hasta las 17:51, y que, la temperatura en mi balcón vuelve a estar por debajo de los 10 grados, para ser exactos 8,8 grados, o sea frío.
Ahora, reflexionado, me estoy dando cuenta que tal vez lo que nos sucede es que la idea de la experiencia es diferente. Para poder tener experiencia, por ejemplo, de nuestra realidad hace falta un tiempo, un espacio y razonar bien las cosas. Estoy seguro que no existen diferencias entre cómo juzgamos las cosas, pero lo que cambia es el tiempo y el espacio que utilizamos para aplicar la experiencia que vamos adquiriendo.
Hoy, todo se hace tan rápido que el tiempo de la experiencia se ha reducido casi a la nada. Hace unos años, cuando me interesaba un tema, el camino que utilizaba era muy sencillo, buscaba donde estaba la información y la iba consiguiendo, pero tardaba un tiempo, unas semanas, necesitaba desplazarme a la biblioteca, a las librerías, tenia que buscar. Ahora se hace igual, pero se tarda solo unos minutos. El tiempo que yo utilizaba entre información e información era tal que me daba tiempo a reflexionar, a sacar conclusiones y mi grado de experiencia en ese tema aumentaba. Ahora, ese espacio se ha reducido casi a cero.
Y aquí es donde yo encuentro las diferencias, pues esa progresiva reducción a cero del tiempo y del espacio reduce la posibilidad de hacer experiencia de la realidad o, mejor dicho, cambia la manera en que uno experimenta la realidad. La adquisición de conocimientos están tan rápida que las conclusiones a las que se llega no se hacen propias, no tienen tiempo para asentarse.
Me di cuenta ayer que mis amigos más jóvenes saben más que yo pero creo que comprenden menos, porque lo que saben no lo han aprendido de la misma manera, no han dedicado tiempo. Y aquí puede existir un problema, por ejemplo en la educación, que consiste en la transmisión de conocimientos y valores de una generación a otra, y ahora el alumno sabe casi más que el maestro y por lo tanto no acepta del todo sus enseñanzas.
Aunque el verdadero problema no esta precisamente ahí, el peligro lo encuentro cuando hay cuestiones para las cuales es necesario un tiempo de reflexión, y que no se abordan porque no se esta acostumbrado. Cuando un joven se plantea saber por qué esta en el mundo, por entender para qué puede servir su vida en la sociedad no encuentra respuestas porque no sabe, no tiene la calma ni la paciencia para buscar. Esta es la cuestión: la necesidad de saber para que sirve todo el conocimiento y el saber que se adquiere.
Y, muchas veces las respuestas que se encuentran no son las más adecuadas, pues llegar a la conclusión de que al final no sirve para nada es una mala respuesta.  
Feliz y Dulce Día.

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