“Tener derecho a hacer algo no es para nada igual a
tener razón al hacerlo”. (G. K. Chesterton).
Comenzamos una vez más una semana, en esta ocasión
a las 08:10 horas con la salida del sol, un sol que nos acompañara este lunes
hasta las 18:17 horas, acompañado con bastante viento y con una temperatura que
desde los 12,3 grados que tengo ahora en mi balcón no dejara de subir.
Después de un extraño pero agradable domingo, donde
la tranquilidad y el silencio han sido los protagonistas, no me queda más
remedio que volver a la normalidad, no quiero decir que la normalidad esta
formada de intranquilidad ni de ruido, sino que normalmente nos gusta sentirnos
más activos y rodeados de un cierto murmullo.
Habitualmente no nos gusta el silencio, pues el
silencio nos obliga a que escuchemos nuestros pensamientos, y nos resulta
embarazoso oír lo que nos dicen. Y, a pesar de todo, el silencio es un tiempo
provechoso ya que nos ayuda a que nos conozcamos mejor, nos ayuda a revisar
nuestro recorrido por la vida. Es cuando realizamos una revisión que nos es
imprescindible para hacer balance de cómo estamos, pero claro todo esto supone
tener sencillez y humildad para escucharlos, y, también fortaleza y sinceridad
con nosotros mismos. Y, todo esto muchas veces nos resulta penoso.
Vernos a nosotros mismos nos suele causar temor,
tenemos miedo de lo podemos ver, nos preocupa darnos cuenta que nuestra vida
interior es débil y en el peor de los casos ver que esta vacía, sin grandes
ideales.
Es como entrar en una habitación en la que hace
tiempo que no hemos entrado, encender la luz y abrir las ventanas y darnos
cuenta que hay muchas cosas que arreglar, muebles que cambiar de lugar,
pintarla de otro color, que tenemos un trabajo que realizar, pero como esto
muchas veces nos da pereza entonces simplemente no entramos, no abrimos la
puerta, pasamos de largo.
Feliz y Dulce Día.
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